Los lunes deberían ser abolidos por decreto, como los malos políticos y las guerras. Iniciamos la semana y ya nos levantamos con el depresivo Síndrome del lunes, aunque puede que el pico máximo se alcance el domingo por la noche, cuando empezamos a intuir con ansiedad la llegada del día aciago, porque la Ley de Murphy puede fallar a veces, pero inexorablemente se cumple los lunes, si algo puede salir mal, saldrá mal hoy, seguro.
Suena el despertador e intentamos poner al mal tiempo buena cara, saludamos con alegría ¡Buenos días, maldito lunes! pero de nada sirven nuestras buenas intenciones, se vuelca la taza de café, el coche casi no tiene gasolina, nos tragamos un atasco de muerte o nos engulle el metro atestado de gente, llegas al trabajo y contestas cien veces la pregunta retórica ¿Qué tal el fin de semana?...pues corto, la nostalgia te mata, buen comienzo.
Naturalmente un batallón de expertos han estudiado el fenómeno lunes y las conclusiones no pueden ser más desalentadoras, los lunes aumenta el absentismo laboral un 20%, las consultas médicas se llenan de dolencias leves; se rinde menos en el trabajo, ya que es el día menos productivo de la semana según demuestran los estudios realizados; pero sin duda la peor noticia es que el lunes aumentan los infartos, según parece tenemos más posibilidades de morir un lunes que cualquier otro día de la semana. En fin, mil motivos para odiar el día nefasto.
Para terminar una curiosidad, los japoneses adoran los lunes y tienen un extraño grito de guerra ¡Bendito lunes! ellos se deprimen los viernes por la tarde ante la perspectiva de pasar dos días en casa sin hacer nada. Hay gente pa tó, que diría el torero, no sabemos si estos chicos son estajanovistas o raros.
La buena noticia es que mañana será otro día y si no existieran los lunes, odiaríamos los martes.