El podemita Tsipras ya tiene adversario.
12-01-16.-
Con la elección de Kyriakos Mitsotakis como líder de la conservadora Nueva Democracia (ND), las reglas del juego han cambiado sustancialmente en Grecia. Primero, porque el primer ministro podemita, Alexis Tsipras tendrá a partir de ahora un oponente directo, fuerte, al frente del principal partido de oposición, exánime en los últimos 12 meses; segundo, porque los acreedores, como condición del tercer rescate, apremian al Ejecutivo a acometer una impopular y dolorosa reforma de las pensiones que podría causar otra sangría en su bancada (ahora tiene 153 escaños de 300), y tercero, porque Mitsotakis, con un perfil moderno y reformista, podría lograr en unas elecciones los votos de su partido, pero también de otros de centroizquierda que defienden la modernización de Grecia (y que sin esta opción, podrían concursar como posibles nuevos socios de coalición de Syriza). No en balde, fue ministro de Reforma Administrativa (el talón de Aquiles del Estado griego, su endeblez estructural) de 2013 a 2015, un periodo marcado por el despido masivo de funcionarios a instancias de la troika.
De toda esta competencia electoral, el más perjudicado por su liderazgo sería To Potami; de hecho, una prima carnal suya, diputada de este último partido, saludó el domingo en un tuit su elección en nombre de todos los reformistas griegos, “estén donde estén”. Así que, como si de una doble carambola se tratase, tanto Tsipras como el líder de Potami, Stavros Theodorakis —que confiaba en la elección del otro candidato conservador, Vanguelis Meimarakis—, resultan indirectamente afectados por la victoria de Mitsotakis, un licenciado en Harvard que amplió estudios en Standford y ha trabajado, entre otros, en Chase Manhattan Bank o el Banco Nacional de Grecia, la principal entidad comercial del país. Como signo de su talante liberal —en el sentido más amplio del término—, el nuevo líder de ND votó hace un par de semanas a favor de la legalización de las uniones gais, en contra de la mayoría de su partido.
Nacido hace 47 años en Atenas, estudió en Harvard y amplió estudios en Standford y ha trabajado, entre otros, en Chase Manhattan Bank o el Banco Nacional de Grecia, la principal entidad comercial del país. Pero Kyriakos Mitsotakis no sería quien es sólo por su currículo; al contrario, pertenece a una de las tres dinastías de la Grecia contemporánea; las otras son los Papandreu y los Karamanlís. Es hijo del que fuera primer ministro Konstantinos Mitsotakis y hermano de Dora Bakoyani, con poderoso ascendente en la formación y dos veces ministra. En la noche de la victoria, el emocionado progenitor, de 98 años, felicitó a su hijo diciéndole: “Y ahora, primer ministro”. Avisados quedan los navegantes.
Vástago de una dinastía
Partidario del liberalismo social —votó hace un par de semanas a favor de la legalización de las uniones gais, en contra de la mayoría de su partido—, defensor de un Estado pequeño y pocas empresas públicas, Kyriakos Mitsotakis está aparentemente limpio (en 2007 se le implicó en el caso de corrupción Siemens, pero nunca se demostró nada), tiene una presencia discreta (vive en un normalísimo barrio de clase media) y modos y maneras telegénicos (tras su elección posó a la americana con su esposa, polaca, y sus tres hijos). También las ideas claras: “Mi victoria es una derrota del populismo y una apuesta por la razón”, declaró tras derrotar en segunda vuelta, contra todo pronóstico, a Evánguelos Meimarakis, que lideró ND desde la renuncia de Andonis Samarás tras el referéndum, en julio. Meimarakis había ganado en primera vuelta, en un proceso tumultuoso y plagado de acusaciones y codazos, pero al final fueron los votantes de ND, más que los barones, los que dieron la vuelta al marcador. “¿Por qué votar a Meimarakis? Es viejo y ya ha sido derrotado por el podemita Tsipras [en las elecciones de septiembre]”, se preguntaba retóricamente un matrimonio de jubilados, votantes tradicionales de ND desde 1974 y participantes en estas primarias. La primera tarea del nuevo líder será precisamente unificar el partido, hasta ahora un amplio espectro de sensibilidades y familias, de la derecha más extrema al liberalismo.
Saludado por los acreedores y los mercados como una imprevista alternativa al podemita Tsipras, Kyriakos Mitsotakis es como el Jano bifronte: reformista acendrado incluso en un sector, la Administración, cuyas dimensiones su partido contribuyó a engordar durante décadas a golpe de clientelismo; epígono de relumbrón, pero, según sus propias palabras, “más Kyriakos que Mitsotakis” (en más de una ocasión ha lamentado públicamente el lastre de semejante apellido). Por eso tal vez no fuera muy desencaminado el patriarca cuando, al celebrar la victoria de su hijo, exclamó: “Y ahora, primer ministro”.