BLOG de blancabianca > Foro de Usuarios

HISTORIA

<< < (2/16) > >>

VANIO:
El capitán Luis Daoíz no muestra inicialmente animadversión ante los franceses. Más aún, como oficial ilustrado y masón, admira a Napoleón. Pero a través de los vínculos de parentesco que mantiene en las altas esferas de Palacio, se entera de los turbios manejos galos en la conspiración frustrada del Príncipe de Asturias contra su padre, el Rey Carlos IV. Su opinión sobre los franceses cambiará entonces radicalmente. Desde ese momento, el cuarto de banderas del Parque servirá de amparo a la confabulación de los artilleros, en la que Daoíz ha de sumar voluntades y cooperadores para asegurar su éxito. El plan será luego abortado por el mismo Ministro de la Guerra.
El 1 de mayo de 1808, Daoiz y otros dos oficiales españoles se retan a duelo a la salida de la Fonda de Genieys, con otros tantos oficiales franceses que habían proferido insultos contra la nación española. El desafío, aplazado por los padrinos, nunca habría de tener lugar…
Con esta pequeña semblanza quiero dar a entender que Luis Daoíz era un hombre de mente abierta, que al igual que Jovellanos, se negó a servir a un emperador extranjero aunque tuviera simpatías por algunas de las ideas que venían de Francia.

VANIO:
ORTEGA, CONTRA LA FEDERALIZACIÓN DE ESPAÑA

Ahora que media España se ha vuelto federal, cuando hace dos años lo de la Unión quedaba limitado a la caballería de EEUU cuando perseguía apaches, merece la pena recordar el discurso de José Ortega y Gasset, diputado por la Asociación al Servicio de la República, en que ilustró a los diputados de las Cortes Constituyentes sobre las diferencias entre autonomía y federación.
"Autonomía y federación son dos conceptos diferentes; en el primero hay una sola soberanía –la del pueblo español, en este caso–, mientras que en el segundo se aceptan otras soberanías que se asocian para formar una nueva:
Pues bien, confrontándolo con el autonomismo, yo sostengo ante la Cámara, con calificación de progresión ascendente hasta rayar en lo superlativo, que esos dos principios son: primero, dos ideas distintas; segundo, que apenas tienen que ver entre sí; tercero, que, como tendencias y en su raíz, son más bien antagónicas.
El federalismo se preocupa del problema de soberanía; el autonomismo se preocupa de quién ejerza, de cómo haya manera de ejercer en forma descentralizada las funciones del Poder público que aquella soberanía creó.
Porque la soberanía, señores, no es una competencia cualquiera, no es propiamente el poder, no es ni siquiera el Estado, sino que es el origen de todo Poder, de todo Estado y, en él, de toda ley.
Para un pueblo, pasar de unitario a federal es una degradación:
Dislocando, digo, nuestra compacta soberanía fuéramos caso único en la historia contemporánea. Un Estado federal es un conjunto de pueblos que caminan hacia su unidad. Un Estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión. Ni vosotros ni yo estamos en esta fecha seguros de que el pueblo español, que se ha dormido esta noche dueño de una soberanía unida, sabe, sospecha, que, al despertarse, va a encontrarse su soberanía dispersa.
Y hasta es posible que las regiones convertidas en estados federados se subleven invocando su pedazo de soberanía,
no segmentando la soberanía, haciendo posible que mañana cualquiera región, molestada por una simple ley fiscal, enseñe al Estado, levantisca, sus bíceps de soberanía particular.
Vais a resolver sobre algo que representa la raíz cósmica, ultrajurídica, y últimamente vital de la realidad española; vais a decretar sobre soberanía".
Pues queda meridianamente claro que no es lo mismo una cosa que la otra, aunque más de un político de cuyo nombre prefiero no acordarme, piense que no cambia la cosa sustancialmente. Que interesante sería que los que quieren ejercer el gobierno del país supieran de lo que hablan y tuvieran claros los conceptos que utilizan.




VANIO:
11-11-15
Hoy tocaré el tema de la Primera Guerra Mundial. ¿Se pudo haber evitado la guerra?
 Alemania, Francia y Gran Bretaña fueron a la guerra por un asunto, la independencia de Serbia, que no les atañía en absoluto. Eso puede hacer creer que las tres se limitaron a honrar los rígidos pactos que tenían con sus respectivos aliados. Si así hubiera sido, no cabría duda de que la existencia misma de las alianzas tendría una responsabilidad en lo sucedido.Sin embargo, Alemania pudo haber advertido a Austria-Hungría de que no apoyaría sus acciones contra Serbia. Francia pudo haber avisado a Rusia de que no entraría en guerra con Alemania por mor del pequeño reino balcánico.Y Gran Bretaña, según sus acuerdos, ni siquiera estaba obligada a intervenir. La prueba de que quien hubiera querido habría podido mantenerse al margen es que eso fue precisamente lo que hizo Italia, a pesar de estar integrada en la Triple Alianza.
Austria-Hungría dependía diplomáticamente de Alemania. Con su división en doble reino (1867), se debilitó fatalmente. A partir de entonces su política exterior se centró en ver el modo de hacerse con los despojos del moribundo Imperio otomano en los Balcanes. Allí chocó con los intereses rusos, que codiciaban lo mismo. Austria-Hungría, por sí sola, no hubiera podido enfrentarse a Rusia, pero contar con el ejército prusiano podía cambiar radicalmente las cosas.  Es verdad que en ocasiones anteriores Alemania había contenido a Austria. ¿Por qué en julio de 1914 no lo hizo? En 1914 Alemania sólo tenía un aliado, Austria-Hungría.La situación hubiera aconsejado ser prudentes, como tantas otras veces anteriores lo fueron. Sin embargo, esta vez varias consideraciones indujeron a Guillermo II a aconsejar, casi exigir, firmeza a Francisco José: Austria, su único aliado, dejaría de ser tenida por gran potencia si dejaba sin castigar el asesinato del heredero al trono de los Habsburgo, planeado por oficiales de un minúsculo Estado balcánico. Rusia no se atrevería a intervenir por miedo al ejército alemán; y si se aventuraba a hacerlo era preferible que la guerra estallase antes de que San Petersburgo completara el programa de rearme que estaba llevando a cabo y que no estaría concluido antes de 1916.
     Rusia insistió en acudir en defensa de sus hermanos serbios. Alemania la había empujado a aliarse con su enemigo ideológico, la republicana Francia, exportadora de odiosas ideas revolucionarias. Con todo, en 1914 esos recelos estaban superados. Durante la visita del presidente de la república francesa a San Petersburgo en junio, las bandas militares rusas tocaron La Marsellesa entre el júbilo de la aristocracia zarista. Rusia además había sufrido recientes humillaciones a manos de Austria con el respaldo alemán. Estallada la crisis a consecuencia del asesinato de Francisco Fernando, Rusia no estaba dispuesta a dejar pasar una más si los franceses se mantenían firmes a su lado.
  Francia estaba deseando que llegara la ocasión de recuperar Alsacia y Lorena.Pero no fue sólo el ansia de venganza. Mientras Alemania crecía económica y demográficamente, la otrora poderosa Francia se estancaba.si Rusia estaba dispuesta a jugársela, no sería Francia la que la detuviera en un momento que el Elíseo consideró favorable.
   ¿Y Gran Bretaña?   En el continente había surgido una gran potencia que amenazaba con adueñarse del mismo. En su día los ingleses impidieron a españoles y franceses hacer algo similar. Parecía llegada la hora de hacer lo propio con los alemanes. Lo crucial fue que no podía permitir que Alemania derrotara a Francia y a Rusia, se apoderara de sus colonias y se convirtiera en ama y señora del mundo. 
Y así fue como, cuando Austria quiso dar un escarmiento a Serbia, no fueron las alianzas lo que arrastró a las demás potencias, sino que lo hicieron sus intereses.

VANIO:
12-11-15
LA ROCHELLE, DONDE LA PICARDÍA DIO LA VICTORIA A LA ARMADA CASTELLANA
La Rochelle no es más que una pequeña ciudad portuaria en la costa oeste de Francia. Sin embargo, sus aguas se estremecieron en 1.372 cuando las armadas española e inglesa combatieron hasta la muerte en una contienda en la que la estrategia y la picaresca superaron al cañón y el sable. Esa cálida mañana de junio, los castellanos decidieron retirarse del combate hasta que el nivel del mar bajó y las naves británicas, de mayor calado, quedaron atrapadas e inmóviles ante su fuego.
Concretamente, esta batalla naval se sucedió en plena trifulca territorial entre franceses e ingleses quienes, aunque tenían intención de acabar su enfrentamiento en un par de meses, acabaron combatiendo durante más un siglo en la conocida como «Guerra de los Cien Años».
En esas estaba el mundo cuando los galos, faltos como estaban de navíos, decidieron cobrarse un antiguo favor realizado al rey de Castilla Enrique II, a quien habían ayudado a sentar sus reales posaderas en el trono en una de las múltiples guerras civiles de su tierra. Así, haciendo válido como nunca el lema de «hoy por ti y mañana por mí» Francia ordenó al monarca atacar con su armada la Rochelle, en ese momento en manos inglesas a pesar de estar en pleno territorio franco.
Los preparativos
En virtud de su deuda, Enrique decidió enviar una flota formada casi exclusivamente por galeras: buques a remo de poco calado consistentes en una plataforma sobre la que se ubicaban cientos de soldados. El mando de la misma fue entregado a Ambrosio Bocanegra, un experimentado marino que se había convertido en soldado a base de espada y sangre luchando contra los moros.
Por su parte, y cuando recibieron las noticias del asalto, los ingleses armaron una flota para interceptar a los castellanos: «A Eduardo de Inglaterra le importaba la conservación de aquella buena fortaleza por mucho que le costara, y así (…) reunió naos, soldados, provisiones y dinero, confiando la expedición a su yerno Juan de Hastings, conde de Pembroke», explica el ya fallecido historiador y militar Cesáreo Fernández Duro en su obra «La marina de Castilla».
Con todo, y como bien señala el experto en sus escritos, no existe cohesión entre los historiadores a la hora de determinar el número de buques que batallaron aquel día: «Algunos escritores de la época componen a la armada de Castilla de cuarenta naos gruesas y de trece barcos (…) mientras que la Historia belga habla de veintidós navíos españoles». A pesar de ello, la versión más extendida es que la flota Castellana estaba formada por una veintena de galeras mientras que, por parte inglesa, se desconoce la cantidad total de navíos.
Una idea que valió una batalla
Según la mayoría de las crónicas, los ingleses fueron los primeros en arribar a la Rochelle, lugar en el que se prepararon para no dar cuartel a la armada castellana. Ambas fuerzas se avistaron por primera vez el 22 de junio. En cambio, y aunque los marinos y oficiales británicos ansiaban cruzar sables y derramar sangre española aquel mismo día, Bocanegra decidió, para burla de sus enemigos y de sus propios soldados, llevar a cabo una curiosa táctica: izar velas y retirarse de la contienda.
«Siendo en aquel lugar de gran intensidad las mareas vivas, las naos inglesas quedaron varadas en la bajamar, y antes de que flotaran por completo las atacó Bocanegra el día siguiente, utilizando la mayor ligereza y poco calado de las galeras, después de lanzar sobre ellas artificios de fuego que, inmóviles como estaban, no pudieron evitar. La mortandad fue muy grande, por la gente armada que se arrojaba al agua huyendo de las llamas», completa el autor español en su obra.
Después de que se disipara el humo los castellanos observaron como, sin lugar a dudas, la victoria les pertenecía, pues todos los buques ingleses habían sido quemados o habían sido capturados. A su vez, Bocanegra rompió la tradición de asesinar a los prisioneros o arrojarles vivos al agua tras el combate y perdonó la vida a varios caballeros y al conde de Pembroke.



Brotes:

La Rochelle, en la Bretaña francesa, panorámica especial
http://www.viewsurf.com/univers/ville/vue/12460-france-poitou-charentes-la-rochelle-panoramique-temps-reel

Navegación

[0] Índice de Mensajes

[#] Página Siguiente

[*] Página Anterior

Ir a la versión completa