Díaz-Canel creció en la provincia central de Villa Clara, a unas tres horas de La Habana; es hijo de una maestra y de un obrero. Estudió ingeniería eléctrica en la Universidad Central de Las Villas, donde mantuvo una vida política activa.
Desde joven fue considerado una estrella en ascenso del Partido Comunista de Cuba.
Se sumó a la Unión de Jóvenes Comunistas, la liga juvenil del partido, en la que destacó. Después trabajó como guardia de seguridad de Raúl Castro. Según un amigo de ese entonces, eso le permitió mostrar su lealtad a la causa y acercó a Díaz-Canel tanto a Raúl como a Fidel Castro. Estuvo tres años en el Ejército, clave del poder en el país, y continuó su ascenso en el partido.
En sus veintes fue nombrado el vínculo del partido con Nicaragua, en ese momento el único otro gobierno comunista en la región, por lo que el cargo era de importancia para el gobierno.
Rodolfo Stusser, de 72 años, recordó reunirse con Díaz-Canel en los años ochenta cuando trabajaba como doctor durante la guerra civil nicaragüense. Stusser sentía que los otros médicos no se tomaban en serio el trabajo y flojeaban. Justo cuando empezaba a aclimatarse a la vida en Nicaragua, le avisaron que sería enviado a otro lado. Acudió a quejarse a la embajada de Cuba, donde se topó a Díaz-Canel, quien le ofreció darle aventón en su auto. Stusser aprovechó el trayecto para presentar sus inconformidades y enlistar lo que consideraba injusticias en su contra. Recordó que el recorrido de cuarenta minutos fue casi terapéutico.
“Solamente me escuchó”, dijo Stusser. “No dijo nada y eso me ayudó”.
Poco tiempo después, Stusser vivió un revés de fortuna: se le permitió quedarse en Nicaragua y un funcionario que le había dado largas acudió a verlo. Stusser huyó en 2010 y ahora vive en el sur de Florida. Dijo que siempre sospechó que fue aquel oficial del Partido Comunista que hablaba poco y escuchaba a fondo quien había utilizado sus conexiones en La Habana y en Managua para ayudarlo.
Juan Juan Almeida, de 52 años, recuerda haber escuchado el nombre de Díaz-Canel unos años después durante conversaciones con su padre, un hombre destacado del Partido Comunista en ese entonces. A decir de él, su padre mencionó al ahora presidente cubano una noche en 1993 después de una reunión en la que los oficiales discutieron posibles líderes futuros de la isla. José Ramón Machado Ventura, de la vieja guardia comunista, propuso a algunos jóvenes, entre ellos a Díaz-Canel.
“Raúl respondió: es confiable, pero muy joven”, recordó Almeida que le dijo su padre. “Esa fue la primera vez que oí el nombre Miguel Díaz-Canel”.
De ahí en adelante lo escuchó con bastante frecuencia, dijo. Se movía de un puesto destacado a otro, incluido cargos provinciales en los que se hizo su reputación de un funcionario efectivo y leal.
Díaz-Canel llegó al cargo de primer secretario en la provincia de Villa Clara durante el periodo especial, cuando la ayuda que llegaba a Cuba desde la Unión Soviética fue abruptamente cortada después del colapso del bloque.
En ese entonces, Díaz-Canel iba en bicicleta al trabajo y no en el vehículo con aire acondicionado al que tenía acceso como líder partidista. Es algo que aún se discute en Villa Clara y en la capital, Santa Clara.
Almeida hijo, quien también terminó yéndose a Estados Unidos, dijo que él y Díaz-Canel tenían muchos amigos en común, particularmente músicos y artistas a quienes el ahora presidente había ayudado en sus carreras. Díaz-Canel también tiene un hijo que es músico y vive en Argentina, dijo Almeida.
“Se junta con la clase intelectual, va a conciertos y es cercano a los jóvenes”, dijo Almeida. “Todas las personas que conozco que tenemos en común hablan muy bien de él. No hablan de él como alguien dictatorial”.
Académicos y otros en La Habana rechazaron ser entrevistados sobre Díaz-Canel, pues el gobierno no les dio permiso.
En Santa Clara, Díaz-Canel es recordado por utilizar pantalones cortos cuando casi todos los oficiales del partido vestían atuendos más formales, y por dejarse el cabello largo.
Sus creencias tendían a lo liberal, según los habitantes de la ciudad. Apoyó a uno de los únicos clubes para personas homosexuales en el país, El Mejunje. Cuando abrió hace décadas era un sitio polémico. Pero Díaz-Canel, quien llevaba a sus hijos al club cuando había actividades infantiles ahí, respaldaba el sitio cuando había controversias.
“Nos apoyaba cada vez que había una queja”, dijo Ramón Silverio Gómez, el director del club. “Era un aliado. Y un día que lo vi me dijo: ‘Cuenten con mi apoyo y entendimiento'”.
Aunque algunos ven en anécdotas como esas la construcción de un personaje, alguien menos genuino de lo que otros creen. Claro, iba en bici al trabajo; pero detrás de él siempre iban guardias de seguridad en vehículos.
“Era algo demagógico”, dijo Guillermo Fariñas, disidente reconocido y psicólogo cubano que creció junto con Díaz-Canel en Villa Clara. “En cuanto a la gasolina, estaba en su bicicleta, pero había autos con los de seguridad atrás de él. Era algo de manipulación del pueblo”.Fariñas recuerda que una noche cuando estaba hospitalizado se fue la electricidad, en la era de los fuertes apagones y escasez en los noventa.
A eso de las tres de la mañana, Díaz-Canel, primer secretario de la provincia, acudió al hospital y visitó cuarto por cuarto para revisar a los pacientes y disculparse por el apagón. Incluso entonces se sabía que Fariñas era disidente. Estaba en el hospital recuperándose de una huelga de hambre.
“Cuando estaban afuera de mi habitación escuché a los agentes de seguridad estatales que le decían: ‘No, ahí no entre. Está un contrarrevolucionario'”, recordó. “Díaz-Canel dijo: ‘¿De qué hablan, de no entrar ahí? ¡Claro que voy a entrar!”.
Díaz-Canel lo hizo, le dio la mano a Fariñas y dijo: “No hablemos de política”.
Los dos hombres conversaron un poco antes de que el ahora presidente saliera para visitar al siguiente paciente.
“Mi impresión es que lo que hizo fue hacer política”, dijo Fariñas.
También recordó que después de la graduación Díaz-Canel fue profesor y funcionario partidista en la universidad y se sumó a una campaña nacional para combatir las “tendencias negativas” en Cuba.
“Intentaron convencer a la gente de que si no eras un verdadero comunista tenías que ser sancionado”, dijo Fariñas sobre Díaz-Canel. “Era el líder de eso en la universidad”.
Es la dualidad de Díaz-Canel, dijo. Era accesible, amigable y moderno; se reunía con los locales, jugaba básquetbol con los jóvenes y escuchaba rock. Al mismo tiempo, era un defensor incansable del comunismo y de la Revolución dispuesto a silenciar a cualquier crítico.
“Era muy activo, muy militante y muy incondicional respecto a su lealtad al régimen”, dijo Fariñas.