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23.08.2023.-El salafismo ha duplicado su presencia y su influencia
Cataluña se ha convertido en el granero europeo del islamismo radical. Así lo revelan los informes policiales que desde hace años vigilan de cerca la implantación en España del salafismo. Según los servicios de inteligencia, en Cataluña una de cada tres mezquitas es tomada por el salafismo.
Un dato aún más preocupante: el 80% de las mezquitas salafistas en España están en Catalunya, que ya está solo detrás de Ceuta y Melilla. Aunque es invisible y silenciosa, la amenaza es real. Las autoridades temen que Barcelona haya tomado ya el relevo de la Gran Mezquita de Bruselas, que fue en su momento la gran fábrica de terroristas en Europa.
Tras los atentados en Francia y Bélgica en el 2016, las autoridades iniciaron una operación para desarticular el radicalismo de la mezquita. En Catalunya, una intervención es así es más difícil de imaginar aunque también sufriera en sus propias carnes el zarpazo del terrorismo. La connivencia de las instituciones y el buenismo imperante en los medios impiden abordar el problema en toda su dimensión.
Del salafismo al terrorismo
El salafismo es una corriente ortodoxa del islam que preconiza el regreso a la forma más pura de la fe mahometana. Sus seguidores niegan que sea una corriente violenta. Pero la realidad es que la gran mayoría de los yihadistas se radicalizaron a través del salafismo, como fue el caso de los atentados de Barcelona y Cambrils.
Aquello llevó a los servicios de inteligencia a poner la atención sobre Catalunya, donde el salafismo empezó a implantarse en los años noventa. Su avance fue progresivo, pero en la última década ha duplicado su presencia. Un fenómeno al menos llamativo, que sin embargo nunca ha suscitado un verdadero interés en la clase política.
El salafismo en Cataluña se divide entre la tendencia pietista, presente en Lleida y Olot, y otra más moderna, implantada en Girona, Tarragona y Baix Llobregat. Mientras que ésta última es menos relevante, la primera es profundamente autoritaria y conservadora. Exige obediencia a la autoridad y profesa las costumbres más restrictivas.
Según los expertos, el principal peligro del salafismo es que fomenta el “aislamiento social”, que es el primer paso para la radicalización. Varios líderes han sido ya investigados y expulsados por sus conexiones con el islamismo radical. Su labor consiste en la captación de jóvenes marroquíes y su radicalización.
Cataluña, bastión salafista
En cuestión de varios años el salafismo ha multiplicado su presencia y su influencia en Cataluña. Se ha aprovechado del vacío existente en ese territorio donde el islam era vivido como una práctica más que como una doctrina. Al no existir una corriente ilustrada instalada en el territorio, el salafismo se ha ido apoderando de los fieles.
Según los informes policiales, en Catalunya se realizan periódicamente congresos salafistas con invitados de todo el mundo. En el 2016, en pleno auge yihadista, la mezquita de Cornellà recibió la visita de Saleh El Maghamsi, un predicador radical que hacía apolojía de Bin-Laden. Amparado en la libertad religiosa y de expresión, hizo sus proclamas con total impunidad.
Los oratorios dirigidos por líderes radicales se han multiplicado en Catalunya, mientras que en otros países la intensidad ha descendido. Esto hace pensar que, efectivamente, Cataluña se ha convertido en el nuevo bastión del salafismo europeo.
Algo muy preocupante, de acuerdo con la evolución del yihadismo, que ya no se basa en extensas redes que perpetran atentados a gran escala, sino en los llamados lobos solitarios. Esto es mucho más difícil de detectar por parte de la policía. Y el reto es aún mayor con la presencia creciente de líderes religiosos difundiendo mensajes radicales.
La solución no pasa por la clausura de todos los centros salafistas, pero tampoco por cerrar los ojos frente a la realidad. Lo que está en juego no es sólo la seguridad, sino también la supervivencia de valores occidentales como la libertad y la igualdad.
eN