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Noticias Nacionales / Re:PSOE
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Creíamos conocerlo todo, pero estábamos equivocados. Sus andanzas por las instituciones comunitarias han añadido, a mi parecer, perfiles nuevos al inquietante retrato de un tipo con aparentes problemas psicológicos para comportarse como lo haría un demócrata a carta cabal.
Unos rasgos nuevos y muy peligrosos cara al futuro. El comportamiento de un autócrata que no tolera que le lleven la contraria en público. El perfil de un enemigo de la democracia. Y son muchos los que desde hace tiempo vienen sosteniendo que lo que está ocurriendo en España difícilmente se solucionará por medios pacíficos, difícilmente se saldará con soluciones democráticas. ¿Está Sánchez dispuesto, en su determinación de marginar a medio país, de situar a la derecha democrática extramuros de la política, a estirar la cuerda hasta el punto de llegar de nuevo al enfrentamiento civil?.
“Naturalmente aquel baño de sangre que se estaba produciendo en Madrid en el verano de 1936 tenía mucho que ver con lo que estaba sucediendo en el otro bando”, escribe Buckley en la pag. 180 de su libro. “Cada día llegaban al depósito de cadáveres entre 30 y 100 cuerpos (…) Los asesinatos en los primeros meses de la guerra rondarían la cifra de diez mil solamente en la capital de España, lo cual ya me parece una auténtica barbaridad (…)
Los cadáveres aparecían cada mañana en dos lugares muy localizados: la pradera de San Isidro y la Casa de Campo” (…) Y la pregunta que nos hacíamos aquellos días en Madrid [los corresponsales extranjeros] era por qué el Gobierno no paraba aquella masacre”. ¿Se mantendrían las democracias europeas al margen del conflicto español, o pondrían pies en pared contribuyendo a desenmascarar a nuestro pequeño sátrapa? Vuelve Buckley: “Le susurré al oído a Ilya Ehrenburg que estaba a mi lado: “Esto parece una tumba”. “Lo es –me respondió-. Es la tumba de la democracia, pero no solo la española, sino la de toda Europa” (Pag. 320).
Junto a esos rasgos de enajenado –la torva mirada que dirige al eurodiputado portugués Paulo Rangel (PSD) cuando en Estrasburgo manifiesta su preocupación “por la situación del Estado de Derecho en España”-, la pobreza intrínseca de un personaje menor, desprovisto de cualquier altura intelectual o moral, un aventurero de la política, un Tempranillo, un buscavidas salido de la novela picaresca, un “pichafuera” convencido de arrasar por donde pasa, un tipo sin principios presidiendo a tipos sin memoria, pero, a fin de cuentas, un pobre hombre en manos de un prófugo de la Justicia, el auténtico presidente, dependencia que le obliga, a él y a toda su tropa aplaudidora, a callar vergonzantemente ante los ataques en sede parlamentaria del separatismo por el tema Pegasus, y a seguir callando, más grave aún, cuando Miriam Nogueras, la dóberman del de Waterloo, amenaza a jueces y periodistas y los cita por su nombre desde la tribuna del Congreso.
Nunca tan pocos avergonzaron a tantos.
Muy valiente tampoco es nuestro Lenin, largo como Largo y mediocre como Caballero, con hechuras de torerillo macarra. “Largo Caballero era, en teoría, un marxista que creía en la lucha de clases y en el triunfo del proletariado. Pero en la práctica no pasaba de ser un líder sindical. Su vida había discurrido entre los despachos de los sindicatos y las cárceles donde a menudo había ido a parar” (…) Naturalmente, si Largo hubiera sido más listo, habría buscado una alianza con aquella nueva y poderosa fuerza política (el PCE) (…) Apodado el Lenin español por las masas de trabajadores, tan eficaz como líder sindical, Largo había resultado ser un ministro de la Guerra bastante mediocre” (Pag 209).
No conviene hacerse ilusiones. Asediada por problemas de todo tipo en casi todos los frentes, entre la espada y la pared por asuntos tan aparentemente irresolubles como la inmigración, el proyecto europeo atraviesa uno de sus momentos más bajos. Ayuna de auténticos liderazgos, nadie hará nada en Bruselas, al margen de buenas palabras, por la suerte de España que no sean capaces de hacer los propios españoles. Parodiando el evangelio de Mateo, “quien quiera salvar su vida, la perderá; quien quiera arriesgar la suya, la salvará”. Merece la pena luchar por un país mejor, en el que quepamos todos. Por eso es tan importante lo que sea capaz de hacer el Partido Popular, cuya responsabilidad en lo que hoy sucede en España es casi tan grande como la del PSOE.
Con reflexión al margen: es difícil saber si el argentino Milei podrá obrar el milagro de sacar a su país del foso donde la mafia peronista la tiene secuestrada, pero el nuevo presidente fue capaz en su discurso de toma de posesión de decirle la verdad a los argentinos y tratarlos como a adultos.
Algo que no solo no hizo el pertinaz Rajoy, sino que fue más allá: los engañó, nos engañó, nos estafó. Obligado a dar alguna vez alguna satisfacción a la España urbana de clase media que aspira a soluciones liberales capaces de cambiar el rumbo imprimido por la extrema izquierda socialista, el PP tiene contraída una deuda moral con España y los españoles de enormes dimensiones. Feijóo parece caminar en la buena dirección, pero no me haré ilusiones. Muchos años de muchas buenas intenciones traicionadas. “Se puede abandonar a un pueblo a su suerte, como habían hecho Francia e Inglaterra con España, pero lo que no se puede hacer es pisotear su honor y su dignidad, precisamente aquello que más valoraba el pueblo español”, termina Buckley (Pag. 324). Pisotear el honor y la dignidad de los españoles es justamente lo que Sánchez lleva haciendo con España y los españoles desde junio de 2018.
Jsús Cacho.
Creíamos conocerlo todo, pero estábamos equivocados. Sus andanzas por las instituciones comunitarias han añadido, a mi parecer, perfiles nuevos al inquietante retrato de un tipo con aparentes problemas psicológicos para comportarse como lo haría un demócrata a carta cabal.
Unos rasgos nuevos y muy peligrosos cara al futuro. El comportamiento de un autócrata que no tolera que le lleven la contraria en público. El perfil de un enemigo de la democracia. Y son muchos los que desde hace tiempo vienen sosteniendo que lo que está ocurriendo en España difícilmente se solucionará por medios pacíficos, difícilmente se saldará con soluciones democráticas. ¿Está Sánchez dispuesto, en su determinación de marginar a medio país, de situar a la derecha democrática extramuros de la política, a estirar la cuerda hasta el punto de llegar de nuevo al enfrentamiento civil?.
“Naturalmente aquel baño de sangre que se estaba produciendo en Madrid en el verano de 1936 tenía mucho que ver con lo que estaba sucediendo en el otro bando”, escribe Buckley en la pag. 180 de su libro. “Cada día llegaban al depósito de cadáveres entre 30 y 100 cuerpos (…) Los asesinatos en los primeros meses de la guerra rondarían la cifra de diez mil solamente en la capital de España, lo cual ya me parece una auténtica barbaridad (…)
Los cadáveres aparecían cada mañana en dos lugares muy localizados: la pradera de San Isidro y la Casa de Campo” (…) Y la pregunta que nos hacíamos aquellos días en Madrid [los corresponsales extranjeros] era por qué el Gobierno no paraba aquella masacre”. ¿Se mantendrían las democracias europeas al margen del conflicto español, o pondrían pies en pared contribuyendo a desenmascarar a nuestro pequeño sátrapa? Vuelve Buckley: “Le susurré al oído a Ilya Ehrenburg que estaba a mi lado: “Esto parece una tumba”. “Lo es –me respondió-. Es la tumba de la democracia, pero no solo la española, sino la de toda Europa” (Pag. 320).
Junto a esos rasgos de enajenado –la torva mirada que dirige al eurodiputado portugués Paulo Rangel (PSD) cuando en Estrasburgo manifiesta su preocupación “por la situación del Estado de Derecho en España”-, la pobreza intrínseca de un personaje menor, desprovisto de cualquier altura intelectual o moral, un aventurero de la política, un Tempranillo, un buscavidas salido de la novela picaresca, un “pichafuera” convencido de arrasar por donde pasa, un tipo sin principios presidiendo a tipos sin memoria, pero, a fin de cuentas, un pobre hombre en manos de un prófugo de la Justicia, el auténtico presidente, dependencia que le obliga, a él y a toda su tropa aplaudidora, a callar vergonzantemente ante los ataques en sede parlamentaria del separatismo por el tema Pegasus, y a seguir callando, más grave aún, cuando Miriam Nogueras, la dóberman del de Waterloo, amenaza a jueces y periodistas y los cita por su nombre desde la tribuna del Congreso.
Nunca tan pocos avergonzaron a tantos.
Muy valiente tampoco es nuestro Lenin, largo como Largo y mediocre como Caballero, con hechuras de torerillo macarra. “Largo Caballero era, en teoría, un marxista que creía en la lucha de clases y en el triunfo del proletariado. Pero en la práctica no pasaba de ser un líder sindical. Su vida había discurrido entre los despachos de los sindicatos y las cárceles donde a menudo había ido a parar” (…) Naturalmente, si Largo hubiera sido más listo, habría buscado una alianza con aquella nueva y poderosa fuerza política (el PCE) (…) Apodado el Lenin español por las masas de trabajadores, tan eficaz como líder sindical, Largo había resultado ser un ministro de la Guerra bastante mediocre” (Pag 209).
No conviene hacerse ilusiones. Asediada por problemas de todo tipo en casi todos los frentes, entre la espada y la pared por asuntos tan aparentemente irresolubles como la inmigración, el proyecto europeo atraviesa uno de sus momentos más bajos. Ayuna de auténticos liderazgos, nadie hará nada en Bruselas, al margen de buenas palabras, por la suerte de España que no sean capaces de hacer los propios españoles. Parodiando el evangelio de Mateo, “quien quiera salvar su vida, la perderá; quien quiera arriesgar la suya, la salvará”. Merece la pena luchar por un país mejor, en el que quepamos todos. Por eso es tan importante lo que sea capaz de hacer el Partido Popular, cuya responsabilidad en lo que hoy sucede en España es casi tan grande como la del PSOE.
Con reflexión al margen: es difícil saber si el argentino Milei podrá obrar el milagro de sacar a su país del foso donde la mafia peronista la tiene secuestrada, pero el nuevo presidente fue capaz en su discurso de toma de posesión de decirle la verdad a los argentinos y tratarlos como a adultos.
Algo que no solo no hizo el pertinaz Rajoy, sino que fue más allá: los engañó, nos engañó, nos estafó. Obligado a dar alguna vez alguna satisfacción a la España urbana de clase media que aspira a soluciones liberales capaces de cambiar el rumbo imprimido por la extrema izquierda socialista, el PP tiene contraída una deuda moral con España y los españoles de enormes dimensiones. Feijóo parece caminar en la buena dirección, pero no me haré ilusiones. Muchos años de muchas buenas intenciones traicionadas. “Se puede abandonar a un pueblo a su suerte, como habían hecho Francia e Inglaterra con España, pero lo que no se puede hacer es pisotear su honor y su dignidad, precisamente aquello que más valoraba el pueblo español”, termina Buckley (Pag. 324). Pisotear el honor y la dignidad de los españoles es justamente lo que Sánchez lleva haciendo con España y los españoles desde junio de 2018.
Jsús Cacho.