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FELIPE VI PUEDE SER EL REVULSIVO DE LA REFORMA PROFUNDA DE ESPAÑA ?

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Brotes:
La Alhambra había sido una de las joyas de la Corona desde la conquista de la ciudad en 1492 por los Reyes Católicos y, cuando llegó a Granada la noticia de que iba a pasar al Estado, el alcalde pidió al Gobierno que siguiera siendo de la Corona, la cual, según decía, había mostrado un interés claro por protegerla, relata el profesor Pedro María Belmonte. A los granadinos les preocupaba que, al enajenarse las propiedades que no eran monumentos, como los bosques y los espacios libres, el complejo cayera en el abandono. Y pedían que fuera valorada como un conjunto monumental indivisible. Pese a sus ruegos, la Alhambra acabó convertida en monumento nacional.

Cuando, tras un breve reinado de poco más de dos años, el Rey Amadeo abandonó España y se declaró la República, en 18 73, no hubo que hacer ningún trasvase más porque, en la revolución de 1868, el Estado ya se había apropiado de todos los bienes que habían pertenecido a la Corona.

Tras la restauración de la Monarquía, el patrimonio de la Corona quedó restablecido en 1876. Sin embargo, Alfonso XII no reclamó los bienes desgajados ni la devolución del Museo del Prado, al que se habían incorporado las obras del Museo de la Trinidad, procedentes de la desamortización. Su sucesor, Alfonso XIII, donó, entre otros bienes, los terrenos para desarrollar una de las principales obras de su reinado, la Ciudad Universitaria de Madrid.

Con la República de 1931 siguió la desmembración: la Casa de Campo y los jardines del Campo del Moro se cedieron al Ayuntamiento de Madrid; el Real Alcázar, al Ayuntamiento de Sevilla; el Palacio de Pedralbes, al de Barcelona, y el Castillo de Bellver, al de Palma de Mallorca. Además, la República, contra el criterio de los expertos, derribó las Reales Caballerizas, que habían sido construidas por Sabatini en tiempos de Carlos III. Tras la Guerra Civil, al antiguo Patrimonio de la Corona, que había sido rebautizado como Patrimonio de la República, pasó a llamarse Patrimonio Nacional, nombre que se conservó tras la restauración de la Monarquía en 1975. El último intento para seguir desmembrando los bienes de la Corona tuvo lugar en 2015, cuando el Tribunal de Cuentas, yendo más allá de sus competencias (según la Abogacía del Estado) planteó su reducción al mínimo, pero aparentemente fue sofocado.

Hoy, Patrimonio Nacional gestiona ocho Palacios Reales, cinco residencias reales de campo y trece monasterios y conventos fundados por la Corona, y más de 153.000 obras de arte, además de 20.500 hectáreas de bosque y 589 de jardines históricos, de las cuales 154 han sido reconocidas como Paisajes Culturales Patrimonio de la Humanidad. Asimismo, administra los bienes asignados para el uso y servicio de la Corona y las donaciones hechas al Estado por el Rey.
Almudena Martínez-Fornés

Brotes:
Las siete diferencias09.08.2020.-


“Felipe VI acaba de vivir un drama personal digno de Shakespeare”

Cuando este país oía hablar al Pato Nicol de los Pactos de la Moncloa y no existía el divorcio, los niños aprendíamos de todo de las revistas de las peluquerías. En ellas había el juego de las Siete Diferencias. Estas son las que he hallado entre Felipe de Borbón y Pablo Iglesias:

1. Infancias.

Ambos son jóvenes pero les separan diez años clave. De 1968 a 1978 hay un gran salto social, político y cultural en las Españas que vivieron. Felipe de Borbón conoció el tardofranquismo, los duros años de la Transición y la llegada de la Democracia.Iglesias no vivió esos años cruciales de diálogo y cambio.

La Constitución ya había sido refrendada por los españoles cuando el líder de Podemos aún estaba en la cuna. Iglesias tampoco vivió explosión de alegría que supuso la llegada de Felipe y el PSOE al Gobierno en 1982. 

2. Familias.

Para los dos han sido y son decisivas, de forma distinta. Para Iglesias, su familia le ha surtido  de un imaginario político que ha sublimado y estalla en lloros cada vez que ha ído dando un paso más en su carrera política. La mayor diferencia está en sus padres. Mientras Felipe vivía de cerca y a diario cómo su padre Juan Carlos trabajaba de forma decisiva para traer la democracia y frenar un golpe de Estado, Pablo supo a posteriori que su padre había luchado contra esa misma transición pactada repartiendo folletos del FRAP, uno de los muchos grupos radicales que a derecha a izquierda intentaron dinamitar la democracia -y no es una metáfora-.

 3. Política.

Felipe observó de cerca a su padre Juan Carlos, a Adolfo Suárez, Torcuato Fernández,  Carrillo, Fraga o Felipe. El ideario político de Felipe VI se resume en la Constitución y no se sale de ella, mientras que la esencia política de Pablo Iglesias está en la serie Juego de Tronos, lucha y aniquilación del enemigo. El pack completo.

4. Vidas privadas.

Felipe acaba de vivir un drama personal digno de Shakespeare. Su papel de rey se ha impuesto al de hijo y con dolor ha participado en la salida del país de su padre, su héroe y modelo durante la Transición.

Mientras que Felipe VI ha tenido que sacrificar su vida privada en aras de la función pública que se le impuso, Pablo Iglesias ha extendido su vida privada hasta confundirla con su labor pública. Por ejemplo, cuando sometió a referéndum entre sus seguidores su decisión privada legítima de comprar un chalet. 

En cuanto a amores y relaciones, al Príncipe se le negó cruelmente durante años su libertad de elegir novia y futura reina consorte -recordemos a Isabel Sartorius-, mientras que cada una de las relaciones de Pablo Iglesias ha sido decisiva en la vida interna de Podemos e incluso ahora en el Gobierno.

5. Imagen pública

Felipe VI nunca fue mimado por los medios de comunicación. Todo lo contrario. Se reían de él cuando dió el estirón y era una máquina de gallos, hasta el punto de que El Jueves creó un tira cómica regular. Llegó incluso a darle una portada en la que ponía a Leticia mirando a Cuenca sin motivo alguno. En cambio, Pablo Iglesias es protegido por los medios, es intocable pese a que saliera por la tele hablándole a los niños como Maria Luisa Seco. 

6.Personalidad.

FelipeVI es reservado, comedido y habla lo justo. Pablo Iglesias es locuaz como producto salido de la tele. A diferencia del envarado y monocorde Felipe, Pablo es voluble y cambiante; llora en público; exhibe símbolos para provocar; pasa de atacar la Constitución a abanderarla; ora habla rapeando, ora habla bajito y pausado como un cura en confesionario.

7. España.

Tras el referéndum ilegal del 1-O en Cataluña, Felipe VI salió por la televisión recordando que la ley es la garantía de la democracia y dando ánimos a los españoles. Por el contrario, Pablo Iglesias no deja de apoyar el independentismo, de aliarse políticamente con él e incluso nombra a un portavoz parlamentario de Podemos independentista. Felipe VI tiene como objetivo principal la continuidad  del Estado democrático y su monarquía parlamentaria. Pablo Iglesias en cambio quiere sacudirlo y darle la vuelta para satisfacer sus ideas.

Aquel juego visual  era un pasatiempo sin consecuencias. Hoy, no es así. Pablo Iglesias se ha empeñado en echar al Rey Felipe VI, cambiar nuestro Estado e incluso al país. Al poder distinguir o no estas y otras diferencias, los españoles nos jugamos el futuro de nuestros hijos y de este maravilloso y locamente autodestructivo país llamado España.
JAVIER ADOLFO IGLESIAS

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Los Reyes, recibidos al grito de «Menorca tiene Rey» y «España os quiere»13.08.2020.-

Los Reyes se han desplazado en la mañana de este jueves a Menorca para apoyar el turismo y acompañar a los distintos sectores de la isla que están sufriendo las consecuencias de la pandemia. La visita ha empezado en una cooperativa de Alaior, la mayor productora del emblemático queso de Mahón.

A su llegada, han sido recibidos con aplausos y cánticos de «Menorca tiene Rey» y «vivas» a España y al Rey por parte de los ciudadanos que aguardaban su llegada en las inmediaciones con banderas nacionales. Entre ellos, había pancartas de Concordia Real Española, el movimiento civil que ha surgido para defender la unidad de España, la Constitución y la Monarquía. En ellas se podía leer «España os quiere».

Don Felipe y Doña Letizia no han podido ofrecer este año la tradicional recepción a la sociedad balear en el Palacio de La Almudaina, de Palma, debido a las medidas de alejamiento para evitar contagios. En esa recepción se encontraban con los representantes de las otras islas baleares, y este verano han decidido trasladarse ellos hoy a Menorca y el próximo lunes a Ibiza.


En la cooperativa Don Felipe y Doña Letizia han visto todo el proceso de producción del queso, desde las salas de amasado, el cuajado, el oreo y el secado hasta el empaquetamiento. Y asistieron a una cata de productos lácteos de Menorca, entre ellos, el nuevo queso que lleva el nombre de «la isla del Rey». También se reunieron con representantes de la Cooperativa Insular Ganadera (Coinga), que preside Guillermo de Olives, y del Consejo Regulador de la Denominación de Origen del Queso de Mahón-Menorca, que preside Bosco Triay.

El "mazazo" de la pandemia
En esa reunión, el Rey ha agradecido la labor que ha desarrollado el sector primario en España ante la pandemia de coronavirus, que la ha calificado de "mazazo".

Desde Alaior, los Reyes se trasladaron a la Naveta des Tudons (la nave de las palomas torcaces), que es la edificación más antigua de Europa y es candidata a convertirse en Patrimonio Mundial de la Unesco. Se trata del monumento funerario más emblemático de la cultura talayótica de Menorca.

La visita ha terminado en Ciudadela, donde los Reyes han paseado por sus calles y se han detenido en algunas tiendas de ropa. En una de ellas, las encargadas les han regalado un par de mascarillas. En el puerto, muchas personas que estaban sentadas en las terrazas les han aplaudido al verles llegar. También se han oído algunos "vivas" a la República y la independencia, pero han sido solapados por los aplausos, que han subido de tono, y los "vivas" a España y al Rey.

Caldereta en un restaurante de Ciudadela
Los Reyes han terminado la visita en un restaurante del puerto en el que han almorzado, acompañados por las autoridades, una caldereta, croquetas de pescado y sobrasada, y mejillones de Mahón.

Durante la visita a Menorca, los Reyes han estado acompañados por la presidenta del Gobierno Balear, Francina Armengol, y por el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska. Además, en el aeropuerto les recibió el alcalde Mahón, Héctor Pons; en la cooperativa, el alcalde de Alaior, José Luis Benejam, y en «la Naveta», la alcaldesa de Ciudadela, Joana María Gomila, entre otras autoridades.

Con motivo de la visita de los Reyes a Menorca, varias organizaciones habían convocado en la tarde de ayer, miércoles, dos manifestaciones de protesta en la plaza de la Constitución de Mahón y en la plaza de la Catedral de Ciudadela, ambas bajo el lema «Menorca no tiene Rey». Estas protestas reunieron ayer unas pocas decenas de personas.
Almudena Martínez-Fornés

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El Rey se reúne con Arce tras ser recibido con honores en Bolivia8.11.2020.-

El Rey llegó anoche a La Paz para asistir este domingo a la toma de posesión del nuevo presidente de Bolivia, Luis Arce, con quien mantuvo poco después un encuentro. Arce recibió con mucho afecto a Don Felipe, le estrechó la mano (a pesar de la pandemia) y le trasladó su alegría por acompañarle en su toma de posesión, y el Rey lamentó que la visita fuera breve pero la calificó de «memorable».

Tras el saludo, Arce presentó al Rey a los miembros de la delegación boliviana y Don Felipe presentó después a los de la delegación española: «Vicepresidente Iglesias», dijo el Rey, y Arce le saludó con un «¿cómo está don Pablo? Cuánto me alegro». Don Felipe siguió con las presentaciones de la ministra de Exteriores y el jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín. Y todos se estrecharon las manos.

Don Felipe llegó a Bolivia acompañado de la secretaria general Iberoamericana, Rebeca Grynspan; el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, que se apuntó al viaje, y la titular de Exteriores, Arancha González Laya, que ejerce de ministra de jornada. El avión de la Fuerza Aérea Española que trasladó a la delegación española aterrizó a las 17.28 (22.28 hora española) en el aeropuerto Internacional de El Alto.

El Rey lucía el Botón de la Orden de los Andes, que es la máxima distinción que concede Bolivia y que Don Felipe recibió con anterioridad. Y Pablo Iglesias iba vestido con un traje de chaqueta oscuro, una camisa clara y una corbata color vino.

En el aeropuerto Don Felipe fue recibido por diversas autoridades, entre ellas, los presidentes de la Cámara de los Diputados, Andrónico Rodríguez, y de la Cámara de Senadores, Sergio Choque.

Tras recibir honores militares, el Rey pasó revista y saludó a la unidad con la fórmula: «¡Buenas tardes, Colorados de Bolivia !». Acto seguido se interpretaron los Himnos Nacionales de Bolivia y España, que Don Felipe escuchó desde un podio, con la delegación española a la derecha y la boliviana a la izquierda.

Primera visita como Rey a Bolivia
Después, Don Felipe recibió honores civiles con los que se destacó que se trata de su primera visita a Bolivia como Rey. El presidente del Consejo Municipal de El Alto, Antioco Apaza, y el concejal de La Paz Jorge Silva, le entregaron los documentos que acreditan a Don Felipe como «Huésped Ilustre» de las dos ciudades. Además, en honor a Don Felipe se interpretaron unas obras de folclore andino. La ceremonia de bienvenida duró unos veinte minutos.

Tras el encuentro con Arce, el Rey tenía programado un encuentro bilateral con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, y una recepción con una representación de los 20.000 españoles residentes en Bolivia.

Este domingo, Don Felipe mantendrá un encuentro bilateral con el presidente de Colombia, Iván Duque, antes de asistir a la toma de posesión de Arce, que será la 74º a la que asiste de mandatarios iberoamericanos. Esta misma noche, el Rey tiene previsto regresar a Madrid.
Almudena Martínez-Fornés

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El Rey, llamado a consolidar la etapa más larga de la democracia22.11.2020.-


Don Felipe lidera la defensa de unos principios y valores que el Gobierno empieza a cuestionar. Desde los siete años, ha estado presente en los momentos más relevantes de la Monarquía.

Cuarenta años de estabilidad constitucional son, sin duda, un hito que merece más que un reconocimiento formal. Pues no es nada usual esa estabilidad democrática, ni en nuestra historia ni en la comparada. Si observamos esta última, veremos que, aparte la Constitución de los Estados Unidos, la más antigua (y la única del siglo XVIII), tenemos otras cuatro constituciones democráticas en el siglo XIX (Noruega 1814, Holanda 1815, Bélgica 1831 y Dinamarca 1849) y, ya en el XX, otras cinco (Irlanda 1937, Italia 1947, Alemania 1948, Francia 1958 y Suecia en 1974), para llegar a Portugal en 1976, y a España en 1978, pioneros de la gran tercera ola de transiciones a la democracia que se desata tras la caída de la URSS en 1991. Pero más importante es destacar esta estabilidad en nuestra historia política, en la que sólo podemos encontrar una comparación: la Constitución de 1876, que iba a durar hasta 1923 (formalmente hasta 1931), es decir, nada menos que 47 años.

Efectivamente, en nuestra historia reciente hemos tenido dos restauraciones monárquicas a comparar con otras dos repúblicas. Y ¿qué enseñanza podemos sacar de ello? Como sabemos si la primera república duró un año consumiendo cuatro presidentes y dando lugar a nada menos que tres guerras civiles (una carlista, otra cantonal y la tercera en Cuba), la segunda, recibida con mayor ilusión aun, duraría menos de una década generando una terrible guerra civil de la que se saldría con una dictadura que iba a durar otros cuarenta años. El resumen, no por matizable, deja de ser rotundo: dos repúblicas de pocos años de duración, una dictadura de más de 40 años, y dos monarquías de otros tantos años cada una. Y sin duda, los mejores periodos, indiscutiblemente, las dos monarquías, las dos restauraciones.

Santos Juliá ha escrito que, si somos los que más tronos hemos derrocado, somos también los que más tronos hemos restaurado. Afortunadamente. Pues con Alfonso XII y la primera restauración España tuvo por vez primera sociedad burguesa, alternancia política, administración pública, justicia y prensa libre, industria, ateneos, ópera, e incluso ciencia (y recordemos a la Junta de Ampliación de Estudios, inicio de la ciencia moderna en España). Y la segunda restauración, ahora en la figura de Juan Carlos I y en el marco de la Constitución de 1978, abriría el periodo más fecundo de nuestra historia.


Nada lo hacía sospechar. Antes, al contrario. A comienzos de los años 60 España seguía siendo un país paria y estigmatizado en el marco europeo. Un resto de las dictaduras derrotadas en la Segunda Guerra Mundial en un entorno plenamente democrático; con una economía autárquica y cerrada cuando funcionaba ya la comunidad económica europea; y con una cultura integrista e intolerante cuando la contra-cultura parisina y californiana permeaba creencias y actitudes. Todo hacía sospechar pues que, tras la muerte del general Franco nuestra historia retomaría el curso de violencia fratricida y cainita que nos perseguía desde más de un siglo.
Pero ocurrió lo inesperado. Y ocurrió, en buena medida, porque se esperaba lo contrario. No es casual que un buen número de democracias consolidadas son el resultado de terribles guerras civiles que dan lugar a aprendizajes colectivos: never more, nunca más. No nos une el amor sino el espanto, decía Borges. Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Japón, y tantas otras democracias, son resultado, no del olvido, sino del recuerdo, incluso obsesivo, de la violencia originaria.
La democracia española tiene su más firme cimiento en la convicción de que la Guerra Civil fue una catástrofe colectiva a evitar y se asienta en el rechazo a la misma, pero no desde la desmemoria como se asegura, sino, al contrario, desde su recuerdo. De modo que, cuando la mal llamada Memoria Histórica trata de asentar esta democracia en una de las partes frente a la otra, menospreciando la historia (en España hubo una guerra civil, no sólo un pronunciamiento militar), hace un flaco favor a la democracia pues pretendiendo afianzarla lo que hace es dividirla.

No es necesario repetir los enormes avances conseguidos en estos cuarenta años, avances de los que los españoles son muy conscientes. A la altura del 2010, una encuesta de Metroscopia mostraba que nada menos que un 72% de los españoles aseguraban con rotundidad que la actual democracia constituye el período en que mejor ha estado nuestro país en su historia. Resultado de una sociedad madura, prudente, educada y trabajadora, más bien conservadora, aunque se autodefina como de centro-izquierda. Incluso hoy mismo, y si somos capaces de dejar de lado el grave conflicto catalán (no es fácil, lo reconozco), España es una de las sociedades más estables de Europa: sin partidos u opinión pública eurófoba, sin xenofobia ni islamofobia, y sin polarización ni agresividad en la vida ciudadana. Sólo los políticos desentonan en este escenario. Miremos a Italia, Francia, Alemania, Austria, Polonia, Hungría, Suecia, Finlandia, incluso a Inglaterra o Estados Unidos. Y comparemos
Y ello porque, a pesar de ciertos discursos, tenemos sólidas bases de legitimidad política que el sondeo más reciente del CIS (3223) ha venido a confirmar. El 85% de los españoles siguen prefiriendo la democracia a cualquier alternativa, aunque estén insatisfechos con su funcionamiento (más bien «poco» que «nada» insatisfechos); es un dato nada frecuente. Y preguntados si la forma en que se llevó a cabo la Transición a la democracia en España constituye un motivo de orgullo contestan afirmativamente tres de cada dos (el 67%), e incluso la mayoría de los jóvenes (de 18 a 24) están de acuerdo. Otra mayoría está muy o bastante satisfecha con cómo nos han ido las cosas con esta Constitución, aunque el 70% afirma después que hay que reformarla (y la mayoría, 49%, cree que debe de ser «una reforma importante»). Sigue...

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