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FELIPE VI PUEDE SER EL REVULSIVO DE LA REFORMA PROFUNDA DE ESPAÑA ?

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Brotes:
...Y lo más importante hoy: menos de un 0,2% mencionan la Monarquía como un problema relevante. Aciertan otra vez los españoles al banalizar el necio discurso que trata de convencerlos de que se trata de una institución caduca y antidemocrática, creyendo encontrar en ella un caballo de Troya desde el que comenzar el desmantelamiento de la democracia.
 Incluso Pablo Iglesias reconoce que lo fundamental para definir el carácter democrático de un régimen político no es que la jefatura del Estado sea electiva o no, sino que efectivamente se garanticen las libertades. Tiene toda la razón. Y añade con mayor motivo: Pero la calidad democrática de un sistema político sí puede medirse. El problema es que no se ha molestado en hacerlo, sin duda para no enturbiar su republicanismo. Le invito a que lo haga.

Efectivamente, según el servicio de estudios de The Economist, sólo hay 19 democracias completas (full democracies), en el mundo, sobre un total de algo menos de 200 países, menos de un 10%. Pues bien, en esa lista no figuran ni los Estados Unidos ni Francia, las dos grandes repúblicas. Pero sí están Noruega, Suecia, Dinamarca, Luxemburgo, Holanda, el Reino Unido y, por cierto, España (lugar 19, estábamos en el 25 hace poco).
Nada menos que siete de las ocho Monarquías parlamentarias figuran entre las veinte mejores democracias del mundo (la otra Monarquía parlamentaria, Japón es la 20, pero es ya democracia «imperfecta», al igual que Estados Unidos (lugar 21) o Francia (lugar 24)).

Tras analizar datos similares, Freedom House (el otro think tank que anualmente informa sobre el estado de la democracia en el mundo) concluía que es más probable que un sistema político sea libre si es monárquico que si es republicano; y si el régimen es libre, será de mayor calidad si es monárquico que si es republicano.

Busquemos otro indicador de calidad de los países, este más comprensivo y general, como es el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, que atiende a variables como sanidad, educación, igualdad de la mujer y otras. Y de nuevo en los veinte primeros puestos se repiten Noruega, Dinamarca, Holanda, Suecia, Reino Unido, Japón y Luxemburgo. Bélgica es el 22 y España ocupa el lugar 27. Datos confirmados por otro índice de calidad, el Índice de Progreso Social (avalado por Michael E. Porter de la Universidad de Harvard, y Hernando de Soto) en el que en los diez primeros lugares figuran Dinamarca, Suecia, Noruega, Holanda y Reino Unido. Japón, Bélgica y España aparecen en la segunda decena. Y podría seguir.

De modo que quien piense aún que Monarquía y democracia son incompatibles que nos diga en qué datos se apoya pues la mayoría de las mejores democracias del mundo son Monarquías. Y quien siga pensando que la Monarquía tiene poco que ver con la modernidad y es una antigualla de otros tiempos haría bien también en revisar su opinión: no sólo es compatible, es que muchas están a la vanguardia de la modernidad y de la eficiencia económica y social.

¿Casualidad? Por supuesto que no. El carácter hereditario de la jefatura del Estado, justamente aquello por lo que se critica a la Monarquía, acaba siendo, contra-intuitivamente (lo dice Freedom House), un factor positivo que compensa déficits casi inevitables en las democracias republicanas. Un Rey representa a la totalidad de la nación y no a una parte o partido. Y la representa tanto en el espacio (a todos) como en el tiempo. Una anécdota que es una categoría: cuando Juan Carlos I llegó a Costa Rica en 1977, el entonces presidente Daniel Oduber, le recibió con estas palabras: Señor, hace quinientos años que esperábamos la visita del Rey de España.


Difícilmente esto se hubiera podido decir de un presidente republicano. Un Rey aporta además una visión de largo plazo que compensa el cortoplacismo que las alternancias electorales imponen a las democracias. Finalmente, un Rey imprime un tono de continuidad y tradición que permite y facilita que todo cambie sin que parezca que cambia sustancialmente. Los españoles lo sabemos bien pues si pudimos pasar «de la ley a la ley» fue por la continuidad que otorgó la Corona.

Es más fácil que una Constitución dure si es democrática. Y esa democracia será de mayor calidad si está coronada. Como decía Juan José Linz, los estudiosos de la democratización harían bien en pensar más sobre la Monarquía. No nos engañemos: la defensa de la democracia española pasa hoy, sin duda, por la defensa de la Monarquía parlamentaria, y quienes atacan esta no lo hacen por las virtudes de una ficticia república (que sería un tercer fracaso), sino porque creen haber encontrado el mejor camino para su destrucción. Constitución, democracia y restauración han ido de la mano en nuestra historia y son variables que juegan juntas.

Y por ello se echa de menos (se echa mucho de menos) una más vigorosa defensa de la institución desde los partidos constitucionalistas y, especialmente, de aquellos que gobiernan. Hagamos caso al 99% de los españoles: la Monarquía no es un problema, pero sí lo sería su destrucción, primer paso para liquidar la Constitución y la democracia.
Emilio Lamo de Espinosa

Brotes:
Sánchez avala el ataque a la Corona11.12.2020.-

Es un insulto a la inteligencia decir que PSOE y Podemos son partidos diferentes para justificar los ataques a la Corona. La connivencia contra la Monarquía desde dentro del Gobierno es grave.

Pedro Sánchez pudo haber hecho ayer una desautorización taxativa de la ofensiva de Podemos contra la Monarquía, pero no quiso hacerlo. Tenía la ocasión idónea y se negó a aprovecharla. Su amago para desmarcarse del vídeo en el que Podemos, a través de las redes sociales, equipara a la Familia Real con un clan de narcotraficantes fue impropio de un presidente del Gobierno, cuya obligación es defender a la Jefatura del Estado de cualquier tipo de coacción, amenaza o desprecio. Y con más razón si la campaña tóxica contra la Corona proviene de un partido con responsabilidad directa de gobierno como es el de Pablo Iglesias.

Una vez más, Sánchez no solo dio una respuesta insuficiente y decepcionante para defender a la Familia Real en plena campaña de acoso y derribo desde el Gobierno, sino que se convirtió en cómplice de la estrategia de Iglesias para criminalizar a la Corona. La ambivalencia cotiza pésimamente en términos de credibilidad política, y por eso la reacción de Sánchez al vídeo -«PSOE y Podemos son formaciones políticas distintas que provienen de tradiciones y culturas diferentes»- es una justificación de Iglesias en toda regla.
No tiene ningún sentido que Sánchez cuestione el vídeo en lo que afecta al secretario general de Podemos, y no lo haga en relación al vicepresidente del Gobierno. No hay desdoblamiento posible. Solo cinismo. Pudo exigir públicamente a Iglesias que se disculpase, y no lo hizo. Pudo afirmar que el Ejecutivo no comparte en absoluto semejante ataque a la Corona, y no lo hizo.

Pudo explicar a la ciudadanía que no consentirá en adelante nuevas maniobras para socavar al Jefe del Estado, y tampoco lo hizo. Se limitó a distinguir entre el PSOE y Podemos obviando la evidencia de que su gabinete, como el mismo Sánchez dijo recientemente, podrá tener muchos puntos de vista pero una «única» acción. Y si la acción es «única», su corresponsabilidad es evidente. Es posible que sean formaciones distintas, pero en su vocación de respeto a la Monarquía no lo parecen. Y menos, cuando Podemos presume de avanzar hacia la reinstauración de una república. No son sutilezas que Sánchez deba obviar, sino amenazas directas que si no son desactivadas con contundencia, solo transmiten tolerancia y permisividad hacia una afrenta contra la Monarquía parlamentaria.

Ayer, Podemos trató de impulsar una comisión parlamentaria de investigación contra el Rey emérito. En esta ocasión, el PSOE sí se desmarcó, pero lo hizo contemporizando con Podemos. En cualquier caso, el subconsciente traiciona a esta izquierda tan obsesiva y nostálgica del republicanismo, y tan amiga del revanchismo. Sánchez afirmó que nadie «está juzgando» a la Jefatura del Estado como institución, «sino el comportamiento de una persona», en alusión a Don Juan Carlos. La regularización fiscal del Rey emérito revela una elocuente falta de ejemplaridad en su comportamiento, pero nadie, y menos aún el jefe del Ejecutivo, tiene derecho a decir hoy que se le está juzgando porque sencillamente no es verdad. Quizá Sánchez -«¿de quién depende la Fiscalía? Del Gobierno… pues ya está»- disponga de información que nadie más tiene sobre quién va a ser juzgado y quién no en España.

De momento, es el suyo el único juicio preocupante, tanto como el hecho de que la emisora pública se dedique ahora a lanzar rumores o globos-sonda sobre la supuesta negociación entre Moncloa y la Zarzuela para desposeer a Don Juan Carlos del título de Rey. Si todo es mentira -como no tardaron en reconocer anoche la propia Casa del Rey y la Presidencia del Gobierno- alguien debería dimitir en RTVE o ser destituido de forma fulminante. España tiene suficiente con las intoxicaciones y las campañas de su vicepresidente del Gobierno.
ABC

Brotes:
Proteger a la Corona, una obligación del Gobierno06.01.2021.-

Después de haber insinuado que el Gobierno presentaría una ley específica sobre la Corona para determinar nuevos criterios de transparencia, Pedro Sánchez parece haber dado marcha atrás, y se limitará a proponer, de común acuerdo con el Rey, reformas legislativas aisladas sin necesidad de aprobar esa norma concreta.

 Una vez más, el Gobierno juega con globos sonda y cortinas de humo estériles para imponer por conveniencia un debate social que, según el CIS, solo preocupa a una parte muy residual de la sociedad.

Sánchez es un experto en crear conflictos artificiales y necesidades no prioritarias en mitad de la pandemia para que no se hable de sus carencias e improvisación.

Pero el Gobierno manipula a capricho el estado de ánimo de la sociedad, y eso es peligroso porque se corre el riesgo de minar a la Corona como institución.

A Sánchez le falta prudencia porque es irresponsable afrontar un debate crítico sobre la Monarquía en un momento tan delicado para España, en el que el Rey necesita el respeto y la protección del Gobierno, y no un acoso sistemático, inoportuno e interesado.
Abc

Brotes:
Felipe VI: nueve años de firme compromiso constitucional22.06.2023.-

El Rey ha ejercido como símbolo de moderación en una España que ahora asiste al declive del populismo de Podemos.

El compromiso sin fisuras de Felipe VI con nuestra Constitución democrática ha sido la tónica constante desde su proclamación, de la que ayer se cumplieron nueve años. Desde entonces, el monarca, que ascendió al trono tras un rápido proceso de abdicación de su padre y en un momento muy delicado para el país, se ha enfrentado a situaciones complejas en las que tanto el populismo como el independentismo han forzado repetidamente los límites del Estado de derecho. Años convulsos en los que no se ha desviado de su mandato constitucional, ejerciendo como símbolo de una moderación que ha prendido en la sociedad española.

En 2014 España arrastraba aún las heridas de una crisis económica y social que contribuyó al nacimiento de un nuevo ciclo político en el cual Podemos marcaría buena parte de la agenda pública hasta llegar a integrarse en el Consejo de Ministros. El partido era entonces una voz que reclamaba un proceso constituyente que derivara en el alumbramiento de una república. No ha sucedido así, ni tampoco esa demanda se ha generalizado. Al contrario, Podemos sufre hoy un declive imparable y Sumar, la plataforma de Yolanda Díaz, ha relegado claramente sus aspiraciones republicanas para priorizar mensajes en clave social y económica.

En lo que respecta a Cataluña, las fuerzas nacionalistas, con la antigua Convergència entregada a las tesis independentistas, también han cuestionado con dureza la continuidad de la Corona. Especialmente después de que el Rey, en su discurso más relevante, definiera el marco de la respuesta democrática que el Estado debía dar al intento separatista del 1 de octubre de 2017, ante la pasividad del Gobierno de Rajoy: la defensa sin ambages de la soberanía nacional y, con ella, de los derechos que el Govern quería arrebatar a los catalanes no secesionistas. Nueve años después, y tras una última legislatura en la que los líderes del procés han sido indultados, estas voces también parecen encaminadas a perder su posición determinante en la gobernación del Estado.

Más allá de la labor de un Gobierno que desde la Moncloa no ha contribuido suficientemente al fortalecimiento de la Corona, el otro gran desafío al que se ha enfrentado Felipe VI ha sido la gestión del pasado y de la figura de Juan Carlos I. En su proclamación, el Rey aseguró que sería fiel a la Constitución al margen de sus circunstancias familiares. Una promesa de ejemplaridad con la que también ha cumplido, en coherencia con lo exigible a una monarquía parlamentaria moderna.

En estos nueve años, en suma, el símbolo que encarna Felipe VI como baluarte frente a las aspiraciones rupturistas se ha consolidado, haciendo de él no solo un monarca constitucional sino constitucionalista. Los resultados del 28-M revelan que la emoción ciudadana está ahora precisamente en esa huida de la radicalidad que llegó a amenazar a la democracia española.

Brotes:
Férrea defensa del orden constitucional de Felipe VI: pide lealtad a todas las instituciones del Estado24.12.2023.-

El Rey pronuncia su discurso navideño más grave consciente de los riesgos que acechan a España y la Constitución.

Muy consciente de los problemas que atraviesa España y olvidándose de la propaganda que desde distintas tribunas y púlpitos intenta distraer la atención sobre lo importante, el Rey Felipe VI ha centrado su tradicional discurso navideño en dos aspectos fundamentales que se ven amenazados: la Constitución y España. Además, lo hace con constantes llamamientos a la unidad como garantía de la fortaleza de España como nación frente a cualquier intento de dividirnos y separarnos, construyendo muros entre nosotros.

Llama también la atención que en la España que, para el presidente del Gobierno va económicamente "como una moto", la primera mención del discurso haya sido para "las dificultades económicas y sociales" que atraviesan muchos españoles.

Pero el grueso de su discurso ha sido una cerrada defensa constitucional. Su majestad el Rey ha recordado que "gracias a la Constitución conseguimos superar la división, que ha sido la causa de muchos errores en nuestra historia; que abrió heridas, fracturó afectos y distanció a las personas", señalaba. Curiosa evocación, la del monarca, después de que el presidente del Gobierno, se presentara en su sesión de investidura con la propuesta de levantar un muro.

Añadía Felipe VI que "superar esa división fue nuestro principal acierto hace ya casi 5 décadas. Por eso evitar que nunca el germen de la discordia se instale entre nosotros es un deber moral que tenemos todos. Porque no nos lo podemos permitir".

Frente a quienes cargan contra la Constitución, o a los socios de Gobierno de Pedro Sánchez que hablan de la carta magna como "un dogal" o un "candado", el Rey Felipe VI, ha recordado el significado que tiene nuestro marco constitucional, como garantía para "expresarse libremente, recibir una educación, tener un empleo, o protegerse de la enfermedad (…) acceder a una vivienda, formar una familia, contar con ayuda social o disponer de un retiro digno, todos esos hechos diarios –y muchos más- son los que la Constitución ampara, garantiza y protege".

Y por eso "quiero reivindicar la Constitución", insistía con gravedad, "no sólo como valor democrático de presente y futuro", sino como la garantía de que "podamos disfrutar libremente de una vida en la que cada uno –con sus circunstancias- pueda ver razonablemente satisfechas sus legítimas expectativas, sus ambiciones, proyectos y necesidades".

Su defensa de la Constitución como valor supremo de convivencia, futuro y libertad ha sido el hilo conductor de un discurso que se aparta de los tradicionales mensajes navideños, por la gravedad del momento que vive precisamente la Constitución. Ha pedido abiertamente que se respete y conserve su identidad, su significado y su integridad como lugar "de reconocimiento mutuo, de aceptación y de encuentro aprobado por todos los españoles, como legítimos titulares que son de la soberanía nacional". Por último, un exhorto:

"Fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad."

Y si hay algo que define la defensa de la Constitución, es también la defensa de España, y es a lo que ha dedicado el tramo final de su intervención, reivindicando lo mejor que tenemos como españoles: "Hemos demostrado coraje, dignidad y principios frente al terrorismo. Hemos expresado y defendido nuestros valores constitucionales cuando éstos han estado en cuestión o se han puesto en riesgo".

Y ha señalado directamente a las instituciones del Estado, también a la Corona, y ha pedido a todos responsabilidad y, muy importante, "procurar siempre los intereses generales de todos los españoles con lealtad a la Constitución."

"Cada institución, comenzando por el Rey debe situarse en el lugar que constitucionalmente le corresponde, ejercer las funciones que le estén atribuidas y cumplir con las obligaciones y deberes que la Constitución señala".

"Debemos respetar también a las demás instituciones en el ejercicio de sus propias competencias y contribuir mutuamente a su fortalecimiento y a su prestigio. Y finalmente debemos velar siempre por el buen nombre, la dignidad y el respeto a nuestro país."

Recordaba el Rey que "el pueblo español ha superado siempre los periodos de tragedia, silencio, aislamiento y dolor; ha conseguido sobreponerse sabiendo elegir su camino con fortaleza y con el orgullo de los pueblos que son y quieren ser."

Finalmente un deseo: "Deberíamos tomar mayor conciencia del gran país que tenemos para así sentirlo más y cuidarlo entre todos. Así podremos cumplir mejor con la obligación de la que hablé hace unas semanas en las Cortes: la de garantizar a las jóvenes generaciones el legado de una España unida, cohesionada, con voluntad de entendimiento y sólida en sus convicciones democráticas, cívicas y morales: el legado de una España respetada, de una Nación querida, en la que puedan continuar desarrollando sus vidas de manera libre, de manera segura en un entorno de estabilidad y confianza".

En cualquier caso, Felipe VI está seguro de que "España seguirá adelante. Con determinación, con esperanza, lo haremos juntos; conscientes de nuestra realidad histórica y actual, de nuestra verdad como Nación,. En ese camino estará siempre la Corona; no sólo porque es mi deber como Rey, sino porque es también mi convicción."
Luis F. Quintero

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