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HISTORIA

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VANIO:
15-11-15
LA TÚNICA UNA VESTIMENTA MAL VISTA POR LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Como buenos seguidores de la locución latina “Panem et circenses” (pan y circo), los emperadores trataban de proporcionar entretenimiento a los ciudadanos de Roma en el Circo Máximo con las carreras de cuadrigas o en el Coliseo (anfiteatro) con las luchas de gladiadores o las de animales (venatio). Tratando siempre de superar lo hecho por sus antecesores, ya fuese por lo original o por la crueldad empleada, se llegaron a recrear combates navales (naumachia) e incluso echaron mano de la Mitología. Una de estas recreaciones mitológicas fue la de Orfeo (tocando su lira logró dormir a Cerbero, el perro de tres cabezas que protegía la entrada del inframundo) en la que el prisionero o el condenado que interpretaba a Orfeo debía amansar con la música a las fieras salvajes con las que se le había encerrado en una jaula -el resultado, un cuerpo descuartizado-. También se recreó la muerte de Hércules, cuando se pone la túnica envenenada es tan insoportable el dolor que pide que lo quemen para terminar con aquel sufrimiento.
En la recreación de la muerte de Hércules al intérprete del papel protagonista se le ponía una túnica de lino impregnada en una sustancia inflamable (posiblemente nafta con algún retardante para prolongar la agonía) que lo convertía en una auténtica antorcha humana. A este tipo de tortura y muerte se le llamó “la túnica molesta“. Aunque fue Nerón el que perfeccionó el método, cuando lo utilizó con los cristianos a los que había acusado de incendiar Roma en el 64, en la Ley de las XII Tablas, el texto legal que contenía las normas para regular la convivencia del pueblo romano, ya se estipulaba la pena de ser quemados vivos (crematio o ad flammas) para los acusados de algunos delitos muy concretos, como los pirómanos.

Muerte de Hércules (1634) – Fco. de Zurbarán



VANIO:
17-11-15
EL REGIMIENTO ALCÁNTARA CARGÓ PARA SALVAR A SUS COMPAÑEROS
Arengados por el teniente coronel Fernando Primo de Rivera (“Si no lo hacemos, vuestras madres, vuestras mujeres, vuestras novias, dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos”) y sabiendo que iban a la muerte, el Regimiento Alcántara cargó hasta 7 veces para salvar a sus compañeros en Annual. De 691 hombres que componían el regimiento, sólo quedaron 67.
A veces se hace justicia, aunque sea tardía. Aunque sólo sirva para conmover las entrañas de los pocos que aún recuerdan. Es cierto que el ondear de banderas tiene algo de sospechoso, pues entre los pliegues de éstas, sin distinción de colores, suele esconderse mucho hijo de puta. Tampoco quienes conceden o reciben medallas son siempre de limpia ejecutoria. Pero a veces hay excepciones; momentos en los que las cosas se hacen como es debido. Y éste es uno de esos momentos. Noventa y un años después del desastre de Annual de 1921, donde 8.000 soldados españoles fueron exterminados por la estupidez de un rey, la venalidad de los políticos -nada hay nuevo bajo el sol-, la incompetencia de los generales y la desvergüenza de numerosos jefes y oficiales, el gobierno español ha concedido la Laureada de San Fernando, con carácter colectivo, al regimiento de caballería Alcántara, que se sacrificó casi en su totalidad para proteger la retirada de sus compañeros. La Laureada es la máxima condecoración militar española, y se obtiene por acciones extraordinarias en combate. Por aquella jornada, el jefe del regimiento recibió a título póstumo la Laureada individual; pero la tropa, como de costumbre, fue olvidada. Ninguno de los intentos posteriores por honrar su memoria tuvo éxito. Políticos y espadones de diversa ideología, desde el general Franco a la ministra Chacón, coincidieron en no querer remover aquello. Pero al fin, para satisfacción de los nietos y bisnietos de esos hombres, se repara la vergüenza.

Imaginen la escena: las harkas de moros sublevados por Abd el Krim acosan a la desorganizada columna que intenta escapar hacia Melilla abandonando a su suerte a heridos y enfermos. Aquello es una matanza inaudita, y millares de soldados abandonados por jefes y oficiales corren despavoridos, atormentados por la sed, intentando ponerse a salvo. En el camino de Dar Dríus a El Batel y Monte Arruit, la protección de la retaguardia de los fugitivos recae en un regimiento de caballería que todavía se encuentra intacto y bien mandado, el Alcántara nº 14. Su jefe es el teniente coronel Fernando Primo de Rivera, hermano del teniente general del mismo apellido, que en seguida comprende que se está pidiendo a sus 691 hombres que se dejen la piel por salvar a los compañeros. Pero no hay otra. Hace de tripas corazón, arenga a su gente, les dice que toca bailar con la más fea del Rif, y el regimiento, disciplinado y silencioso, se pone en marcha con sus escuadrones protegiendo los flancos y la retaguardia de la columna en retirada. A las cuatro de la tarde, aparte infinidad de escaramuzas parciales, los jinetes de Alcántara ya han tenido que dar su primera carga al galope contra una fuerte concentración enemiga. Pero es en el cruce del río Igán, que está seco y en torno al que se atrincheran miles de rifeños que hacen fuego graneado, donde la columna se arriesga a quedar cercada. Entonces, el teniente coronel les toca a sus hombres la única fibra que a esas alturas, con semejante panorama, cree que puede funcionar: Si no lo hacemos, vuestras madres, vuestras mujeres, vuestras novias, dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos.
Y no lo fueron. Siete veces cargó Alcántara monte arriba y sable en mano, reagrupándose tras cada carga, cada vez menos hombres, más heridos, exhaustos y sedientos jinetes y caballos, una y otra vez bajo la granizada de balas enemigas, entre las zarzas y parapetos rifeños, tan diezmados y agotados al final que la última carga, octava del día, hubo que darla con los caballos al paso, pues ya no podían ni trotar; y aún después se continuó ladera arriba, a pie, combatiendo al arma blanca. Cargaron los soldados, y también el joven trompeta de quince años que llevaba el cornetín de órdenes. Y cuando a la quinta o sexta carga ya no hubo hombres suficientes para cerrar las filas, cargaron también, aunque nadie los obligaba a ello, los tres alféreces veterinarios, y el teniente médico, y hasta el capellán fue adelante con la tropa. Y cuando ya no quedó nadie a quien recurrir, cargaron también los catorce maestros herradores, y con ellos los trece chiquillos de catorce y quince años de la banda de música del regimiento; que, como el joven corneta de órdenes, murieron todos. Y al anochecer, cuando los supervivientes consiguieron llegar a la posición de El Batel, agotados, llenos de heridas, caminando entre las sombras con sus extenuados caballos cogidos de la brida, de los 691 hombres del regimiento sólo quedaban 67. Desde luego, aquel 23 de julio de 1921 los del regimiento Alcántara cumplieron con su teniente coronel. A ellos, ninguna madre, mujer o novia los llamó cobardes.

VANIO:
20-11-15
LOS USTACHAS, LOS MONSTRUOS QUE HORRORIZABAN A LOS MISMOS NAZIS
"Un ustacha que no puede sacar al niño del vientre de la madre con una daga, no es un buen ustacha". Estas palabras fueron atribuidas a Ante Pavelic, el líder del movimiento fascista más cruel de la historia, que asesinó a más de 1.000.000 de judíos, serbios y gitanos durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1941, las fuerzas del Eje invadieron Yugoslavia, lo que permitió a sus aliados, los ustachas, formar el Estado Independiente de Croacia, que incluía los territorios de Croacia, Eslovenia y Bosnia-Herzegovina. Ante Pavelic fue el caudillo del nuevo Estado, donde los serbios constituían un tercio de una población de seis millones de habitantes.
El führer ustacha impuso leyes antijudías y antiserbias y emprendió una persecución brutal contra estos dos pueblos con el objetivo de eliminar al menos a un tercio de ellos, y convertir al catolicismo al resto. Los principales blancos del sadismo ustacha fueron los sacerdotes ortodoxos, las mujeres y los niños.
En este sentido, el corresponsal de guerra italiano, Curzio Malaparte, escribió un reportaje sobre la Segunda Guerra Mundial, donde aseguró que durante una entrevista con Ante Pavelic en el despacho del führer, vio un cesto de mimbre que "parecía estar lleno de mejillones u ostras sin concha", pero que el mismo fascista le explicó sonriendo que se trataba de "un regalo de mis leales ustachas. 20 kilos de ojos humanos".
Años más tarde, nacionalistas croatas pusieron en duda la veracidad de este hecho, pero varios testigos y supervivientes del terror afirmaron que la colección de partes de cadáveres fue una tradición para los ustachas, muchos de los que llevaban collares hechos con la lengua, los ojos y las orejas de sus víctimas. El exprisionero Jovo Djuric cuenta que en los años del régimen fascista en algunas ciudades croatas se vendían ojos de serbios: "cada unidad constaba de 30-40 ojos".
Por su parte, Velizar Zecevic, superviviente de la matanza en un pueblo, recuerda que los ustachas empezaron a matar a campesinos encima de un barril gritando que querían recoger sangre como regalo para el cumpleaños de Pavelic.
Fuentes históricas aseguran que entre 1941 y 1945 los ustachas construyeron al menos 25 campos de exterminio, algunos de ellos como el de Sisak o el de Jasterbarsko, fueron exclusivamente para niños. No obstante, se considera que las mayores crueldades contra niños fueron cometidas en el campo de concentración de Jasenovac, donde fueron masacrados al menos 700.000 personas.
En Jasenovac fueron asesinados niños de 1 a 14 años de edad. Un superviviente recuerda que los ustachas quemaron vivos a muchos niños en presencia de sus padres, mientras que a otros prefirieron ahogarlos en el río Sava, que estaba junto al campo de exterminio. El investigador Dragoje Lukic asegura que los niños en pañales fueron disparados o masacrados con hachas. Los ustachas también cometieron otra atrocidad difícil de describir: las niñas de 12-13 años de edad fueron violadas en presencia de sus madres.
Oreskovic, un soldado ustacha, recordaría años más tarde que tuvo que asesinar a dos niños judíos en el campo de exterminio de Pag. "Luburic me ordenó que matara a un niño. Me negué a hacerlo, y él mismo le cortó la garganta para demostrarme cómo se hace. Luego yo mismo aplaste el cráneo del otro niño, después de lo cual Luburic elogió mi trabajo".
Sin embargo, los ustachas no se limitaron a asesinar niños sólo en campos de concentración. El historiador alemán Alfred Miller asegura que en varios pueblos cientos de niños fueron encontrados empalados con los brazos y las piernas torcidos. Así pues, en el pueblo serbio de Prebilovci, los ustachas asesinaron más de 800 personas, entre ellos 296 niños menores de 14 años y 64 niños menores de 2 años.
El historiador Karl Jans Geischer describe algunos de los métodos de tortura más empleados por los ustachas en los campos de exterminio. "Antes de asesinar a los prisioneros, les metían agujas debajo de las uñas, y ponían sal en las heridas abiertas. A los ustachas les encantaba cortar las nariz y las orejas a las víctimas mientras estaban vivas. Luego mutilaban los cuerpos".
Fuentes históricas afirman que los ustachas fueron especialmente crueles con las mujeres. Primero las violaban, y luego las cortaban los pechos y los brazos, mientras que a las embarazadas les abrían el vientre para sacar el bebé no nacido y matarlo. Así asesinaron a la mujer embarazada del sacerdote serbio Spaso Lavruja. Del terror ustacha ni siquiera se libraron las ancianas, a las que sacaban los ojos y enterraban vivas.
En los años del régimen fascista fueron asesinados también cientos de sacerdotes serbios, así como fueron destruidas la mayoría de las iglesias ortodoxas en territorio croata. El sacerdote ciego de Kulen Vakuf, Vukoslav Milanovic, fue forzado a escuchar cómo los ustachas mataban a sus hijos, mientras al sacerdote Branko Dobrosavljevic primero le cortaron el brazo y luego le despellejaron.
Los asesinatos de los ustachas nunca tuvieron la perfección técnica e industrial de los nazis alemanes, pero sus actos de crueldad superaban en ocasiones a las atrocidades del Tercer Reich. En este sentido, los mismos monstruos nazis que estaban en Croacia expresaron su horror ante el terror ustacha, al que consideraban "excesivo y poco eficaz". Así pues, el comisario nazi en Croacia, Herman Neubacher definió las bestialidades ustachas como "el crimen más feroz de la historia, que solo se puede comparar con el infierno de Dante".

En 1945, los ustachas fueron derrotados por el Ejército Rojo, lo que supuso el fin del terror ustacha y el inicio del terror comunista de Josip Broz Tito. Ante Pavelic llegó a escapar a Argentina, donde sufrió un atentado en 1957. Dos años más tarde, el líder ustacha murió en Madrid a causa de sus heridas.






VANIO:
24-11-15
LA CAMPANA DE HUESCA
En el año 1134 fallece el rey de Aragón, Alfonso I el Batallador. El rey no tuvo descendencia y su testamento y sucesión levantaron ampollas entre los nobles y la Iglesia:
"En nombre del bien más grande e incomparable que es Dios. Yo Alfonso, rey de Aragón, de Pamplona […] pensando en mi suerte y reflexionando que la naturaleza hace mortales a todos los hombres, me propuse, mientras tuviera vida y salud, distribuir el reino que Dios me concedió y mis posesiones y rentas de la manera más conveniente para después de mi existencia. Por consiguiente temiendo el juicio divino, para la salvación de mi alma y también la de mi padre y mi madre y la de todos mis familiares, hago testamento a Dios, a Nuestro Señor Jesucristo y a todos sus santos. Y con buen ánimo y espontánea voluntad ofrezco a Dios, a la Virgen Marí­a de Pamplona y a San Salvador de Leyre, el castillo de Estella con toda la villa […], dono a Santa Marí­a de Nájera y a San Millán […], dono también a San Jaime de Galicia […], dono también a San Juan de la Peña […] y también para después de mi muerte dejo como heredero y sucesor mí­o al Sepulcro del Señor que está en Jerusalén […] todo esto lo hago para la salvación del alma de mi padre y de mi madre y la remisión de todos mis pecados y para merecer un lugar en la vida eterna…"
Dejaba el reino de Aragón a la Orden del Santo Sepulcro (otros también incluyen a las í“rdenes del Temple y el Hospital). Las órdenes recibieron algunas plazas, pero se acordó buscar una solución a este disparate. La solución fue nombrar sucesor a Ramiro, hermano de Alfonso, que estaba recluido en un monasterio. Ramiro II el Monje (el sobrenombre era evidente) se encontró con un reino asediado por los reinos de Castilla y de Navarra y con unos nobles que querí­an manipularle a su antojo.

El “Monje”, inexperto en las lides del gobierno, decidió pedir consejo al abad del Monasterio de Tomeras. Envió a un mensajero que se reunió con el abad en el huerto, después de plantear los problemas de Ramiro, el abad se limitó a cortar las ramas que sobresalí­an de un seto, sin decir nada. El mensajero no entendí­a nada, pero relato los hechos al rey. El “Monje” comprendió el mensaje del abad y convocó a la nobleza en Huesca. Los hizo pasar uno a uno y los fue decapitando hasta formar con sus cabezas un campana.

Dejó para el final al obispo de Huesca (unos dicen que era el peor de todos y otros que le daba una oportunidad para arrepentirse):
"¿Qué os parece esta campana?", pregunto el rey.
"Le falta el badajo", contestó ufano el obispo.
La respuesta irritó al rey y le contestó: "Vuestra cabeza será el badajo".
El resto de nobles se dieron por enterados y el reino se apaciguó. Abdicó después de 17 años de reinado y se retiró al monasterio del que nunca (creo) le hubiese gustado salir.

VANIO:
26-11-15
EL GENOCIDIO DE LOS UMMAN-MANDA HACE 4.500 AÑOS
Hoy en día tenemos pruebas arqueológicas más que suficientes como para poder afirmar que el ser humano lleva masacrando a su prójimo desde que bajó de los árboles y se puso a tirar piedras. Hemos encontrado restos humanos del Paleolítico acribillados a flechazos o a pedradas, e incluso al famoso Ötzi, la momia de los Alpes, parece que le hicieron un tatuaje profundo con una punta de flecha. Uno de los testimonios más antiguos donde se habla de una masacre, lo tenemos en una de las historias referidas al rey acadio Naram-Sin. Cuando se escribió la historia, siglos después de su reinado, se le recordaba como un gran conquistador al que no le temblaba la mano a la hora de despellejar vivo a un enemigo derrotado.
Según dicha historia, un extraño pueblo al que se denomina en las tablillas como “Umman-Manda” se estableció en las llanuras norteñas que hay entre los nacimientos de los ríos Tígris y Éufrates. Sabemos poco de ese misterioso pueblo. Su nombre aparece durante siglos, hasta la época de Ciro el Grande, y su uso parece referirse a un ejército de invasores que arrasaban con todo. Algo así como la leyenda de Atila y los hunos, para entendernos. Se supone que consistieron en varias migraciones de procedencia indoeuropea, o eso parece por los nombres de líderes que se han conservado. También se habla de que desde la época de Naram-Sin ya iban acompañados por animales grandes parecidos a los onagros, lo que hace que algunos investigadores los imaginen como originarios bien de Anatolia o más bien del Caspio, donde por la época acadia ya se había domesticado el caballo. El nombre acadio “Umman-Manda” se puede traducir como “ejército de Manda” o “multitud de Manda”.
Los sumeroacadios no los veían como seres humanos. Aunque esto nos resulte de lo más moderno, una de las reglas del genocidio consiste en negarle a la víctima la naturaleza de humano, como bien podrían decir judíos, armenios, tutsis, rusos, sioux, coreanos, chinos, indígenas australianos, y todos aquellos que han sufrido el exterminio alguna vez. El rey Naram-Sin decidió apuñalar a algunos para ver si eran mortales. Como se desangraron, se dictaminó su desaparición. El hecho de sangrar no hizo que se les viera como humanos normales y corrientes, sino que, simplemente, podían morir. Shakespeare y su personaje Shylock, se sentirían un tanto perplejos ante esa opinión del acadio (*). La decisión de Naram-Sin fue no dejar ni uno. Hizo matar a hombres, mujeres y niños sin compasión. Hay que advertir que los Umman-Manda se defendieron como fieras, y hasta las mujeres tomaron las armas, pero poco pudieron hacer contra los arcos acadios. El rey hizo apilar los cadáveres y quemarlos sin ceremonias religiosas, por no considerarlos humanos. Pero tiempo después otra invasión de Umman-Manda bajó del norte al mando de su rey y, esta vez, comenzaron a arrasar ciudades. Naram-Sin fue derrotado al intentar enfrentarse a ellos, y llegó a la práctica conclusión de que era mejor dejarles hacer a su gusto y que los dioses se encargaran de ellos.
A pesar de aquella terrible matanza con que fueron recibidos, los Umman-Manda siguieron reapareciendo a lo largo de los siglos, como ya dijimos la principio, siendo conocidos por los elamitas, asirios, babilonios e hititas, y se piensa que con el tiempo se establecieron y dieron origen al Imperio Medo.


Victoria de Naram Sin



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