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CUBA LIBRE

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DIECISIETE DE DICIEMBRE DE 2.014
17-12-15.-

El primer aniversario de la distensión entre Estados Unidos y Cuba satisface a los consorcios que se relamen soñando con facturaciones millonarias y mayores facilidades legislativas porque de otra manera la inversión internacional interesada en el país caribeño fluirá lentamente o se inhibirá. La efeméride del 17 de diciembre es menospreciada por los ciudadanos y observatorios con otra prioridad: la democracia, improbable a medio plazo.

Raúl Castro continuará oficialmente al mando hasta 2018, cuando cumpla 87 años, y pilotará una transición en sentido contrario a la URSS: primero la descentralización económica y, eventualmente, la política, dependiendo de la evolución del deshielo con Washington, la circunstancia doméstica y el encaje que pueda tener en el Caribe el formato chino-vietnamita. Sugiriendo que el desbloqueo de candados es posible, los laboratorios del régimen ponderan una ley de prensa y generosidades en la ley que regula el acceso al Parlamento, copado por la militancia.

Previsiblemente, se anunciarán otras iniciativas durante el VII congreso del partido, en abril. No hay prisas con el cambio político porque los compromisos de la distensión no establecieron ni plazos, ni obligaciones. Salvo la invasión, Obama apenas cuenta con herramientas para acelerar el ritmo reformista cubano en el capítulo de las libertades políticas, que el partido demócrata necesita como baza en las presidenciales de noviembre del 2016.

La convergencia de intereses permitió el histórico anuncio del año pasado, secundado por una miríada de liberalizaciones, en Cuba y EE UU, y aprovechadas por la ciudadanía con remesas familiares y socios para abrir negocios, viajar, alquilar casas y frecuentar restaurantes. También aplauden los soñadores de emprendimientos antes imposibles. Ávidamente volcada sobre el consumo, el móvil y los puntos wifi, la población con dólares, y la que boquea asalariada en pesos, no manifiesta interés ni por la democracia, ni por el catecismo socialista.

El generalizado objetivo es el bienestar material. Salvo en los períodos de exaltación nacionalista, siempre ha sido así. La disidencia, estigmatizada como mercenaria y perseguida como tal, nada pinta en la isla, ni la policía deja que pinte, y el deshielo acentúo su debilidad al diluirse el amparo de la Casa Blanca tras el envite de diciembre. Su dilema es sumarse a la jugada americana o arriesgarse por libre.

Durante medio siglo, Estados Unidos lo intentó todo para liquidar la revolución argumentando que devino en hostil dictadura. De haber sido amiga, otros hubieran sido los planteamientos. Sopesando beneficios electorales y regionales, Obama ofreció a Cuba las ventajas contenidas en la categoría de países en transición, el fin de las maniobras encubiertas para fomentar subversión y ruina, y una atenuación del embargo desde el poder ejecutivo si La Habana correspondía abriendo la mano.

Cuba aceptó porque sin los subsidios soviéticos se había venido abajo. Volátiles las alianzas con terceros, y en vilo el petróleo chavista, secunda cautelosamente la avenencia porque la considera inevitable en su tortuoso tránsito hacia la autonomía nacional y la captación de los capitales atemorizados por el veto de Washington.

Las negociaciones bilaterales seguirán progresando hasta que Obama acentúe la condicionalidad en sus cesiones: el sine qua non. Hasta ahora, las diferencias de fondo, sobre Guantánamo o los derechos humanos, son abordadas casi de oficio, sin hacer sangre. Hace un año, Obama escondió el garrote para bombardear Cuba con jamones y salchichas. Lo hace calibrando objetivos, persuadido de que una sociedad robustecida con información y medios acabará exigiendo libertades. Quizás, pero salvo que el medio millón de autónomos detone inercias insospechadas, o se subleve el ejército, ciencia ficción, quien determina las prioridades y el calendario es Raúl Castro.

Brotes:
Un año después, seguimos igual.
17-12-15.-

En un sótano ennegrecido por la humedad y el hollín, junto a dos trabajadores, Leonardo Santizo elabora galletas, dulces y turrones de maní de manera privada.
Al fondo de la habitación, amontonados en sacos de nailon, cientos de kilogramos de maní sin tostar, bidones de aceite vegetal y harina de castilla. En una mesa estropeada y sucia, un termo de café recién colado. Mientras trabajan, fuman un cigarrillo tras otros.
“Estamos en pie desde la cinco de la mañana y trabajamos hasta la cuatro de la tarde. En cada jornada elaboramos 600 pasteles, 100 paquetes de galletas marineras y 400 tabletas de maní molido. La ganancia promedio es de cuatrocientos pesos diarios. A veces un poco más. Vendemos las galletas y dulces al por mayor a negocios privados minoristas”, cuenta Leonardo.
Como en todo negocio privado, aplican una doble contabilidad y compran la materia prima en el mercado negro. “Hay un balance financiero amañado para la ONAT (institución que gestiona el trabajo privado en Cuba) y otro que lleva el dueño del bisne, con los gastos y beneficios reales. Eso funciona así en todos los negocios particulares”.
El 17 de diciembre de 2014, recuerda Leonardo, los tres estabámos almorzando y escuchando música salsa en un radio de batería cuando un locutor anunció que el presidente Raúl Castro pronunciaría una importante alocución.
“Nos quedamos sin palabras. Después de tantos años con la matraca del imperialismo yanqui, ambos presidentes cuadraban sus diferencias. Por la tarde hicimos una colecta y compramos un litro de ron Havana Club Añejo siete años, y nos pusimos a hacer planes. Pensábamos que las cosas mejorarían y podríamos adquirir materias primas en el norte. Ha pasado un año y las cosas siguen igual de jodidas”, confiesa Leonardo.
Luego de tomar un poco de café, continúa con su descarga. “Y nosotros le podemos dar gracias a Dios que en un día ganamos lo que un profesional gana en un mes. No soy optimista. Estos tipos (el gobierno) no tienen la intención de que la gente viva mejor. Todos los negocios los quieren administra ellos”.
El 17 de diciembre fue un parteaguas en la vida nacional. Es muy difícil que las personas en Cuba no recuerden qué estaban haciendo justo al mediodía cuando estalló la bomba informativa.
Luis Carlos, taxista privado, estaba manejando uno de los miles automóviles híbridos que circulan por La Habana, con chasis de coches facturados en los talleres de Detroit en la década de 1940-50 y ahora ruedan con motores y piezas de autos modernos.
“Como todo el mundo en Cuba, creí cosas. Me dije, coño, ya se acabó la jodedera y el dime que te diré entre los yanquis y el gobierno. Esa noche, ya en la casa, pensé que pronto llegarían los restaurantes de comida rápida, bajarían los precios del billete aéreo a Miami y las tiendas se desbordarían de alimentos y pacotillas de la yuma. Un año después, el juego de dominó sigue trancado”, dice Luis Carlos.
Sigue.....

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Si usted charla con los cubanos que desayunan solo café, más o menos ése es el registro de opiniones. En doce meses se ha pasado de las expectativas exageradas al peor de los pesimismos.
El balance tras un año de relaciones diplomáticas y la hoja de ruta del presidente Obama para empoderar al pueblo cubano y extender el uso de las nuevas tecnologías es magro.
Cuatro decenas de plazas públicas donde por dos pesos convertibles la hora (el salario de dos jornadas de un profesional), se puede acceder a internet de manera inalámbrica.
Un contrato de la empresa de telecomunicaciones estadounidense IDT con ETECSA. Un aluvión de estadounidenses famosos que han visitado Cuba y poco más.
Del atasco porque en un año no haya habido un intercambio comercial más amplio, el régimen verde olivo culpa al embargo económico, a la base militar de Guantánamo, a Radio y TV Martí, a la Ley de Ajuste Cubano o cualquier otro comodín,
En estos doces meses, la autocracia en la Isla solo ha sabido quejarse. O escuchar solo propuestas de futuros negocios con agrupaciones estatales. Casi todas en la órbita de empresas militares.
La génesis del plan Obama, de tender un puente con emprendedores privados y los cubanos de a pie, ha sido dinamitado por el gobierno de Raúl Castro.
No es un secreto que el ejecutivo isleño no sienta simpatía por los pequeños negocios familiares. En uno de los primeros acápites de la biblia económica del régimen, los llamados Lineamientos Económicos, se expresa que el Estado no admitiría concentración de capitales en manos de particulares.
De ahí parte la estrategia de no permitir que los cubanos de la Isla puedan invertir en su propio país o los trabajadores privados establecer importaciones o negocios con empresas extranjeras.
Mientras los negocios privados sean percibidos como nidos de delincuentes, las buenas intenciones tras el 17 de diciembre se quedan solo en eso.
La mayoría de los cubanos se sienten preparados para una reforma económica de calado, acceder al capitalismo moderno y la economía de mercado.
La ingeniera Yohanna creció convencida de los beneficios del socialismo marxista y creyó en las utopías del comunismo científico. La noche que antecedió al 17D, caminaba de rodillas a la entrada del santuario de San Lázaro, al sur de La Habana, para pagar una promesa a uno de los santos más populares en Cuba.
“Le pedí al viejo que además de salud nos bendijera, pues mi esposo y yo teníamos planes de marcharnos a Estados Unidos por vía terrestre desde Ecuador". A la mañana siguiente, tras escuchar la noticia del restablecimiento de relaciones, aplazamos los planes pensando que las cosas mejorarían. Pero viendo el panorama actual, la única puerta que queda abierta es la de emigrar. Cómo y cuándo no sé, pero ya estoy convencida que mientras gobiernen los mismos, hay que largarse de Cuba”, cuenta Yohanna.
Es evidente el divorcio entre el deseo popular y la narrativa oficial. Mientras las optimistas noticias oficiales nos dicen que el país crece, un segmento amplio de cubanos decepcionados, se sienten atrapados en un callejón sin salida.
La economía sigue haciendo agua, los salarios son un chiste y hacer dos comidas caliente un acto de prestidigitación. Y el gobierno ni se entera.

Iván García

Brotes:
Porqué emigran los cubanos ?17-12-15.-
Culpar al ‘imperialismo yanqui’ o a su ‘perversa y criminal’ Ley de Ajuste no va detener el goteo imparable de ciudadanos que escapan de la pobreza material y la falta de futuro.
El debate nacional debería ser otro. Un gobierno responsable y coherente se preguntaría que está fallando. Igualar a los emigrados cubanos con la migración tercermundista sería reconocer de facto el fracaso del modelo económico y social que preconizan.
Pregúntenle a un mexicano o un sirio que huye de la guerra civil, si aprueba la gestión gubernamental de Enrique Peña Nieto o Baschar el Asad.
La gente emigra hacia otros países para vivir con dignidad, mejorar su salario y poder desarrollar a plenitud sus aptitudes profesionales. Los cubanos que se marchan intentan cambiar su suerte.
Charlé con decenas de compatriotas varados en Costa Rica tras la decisión del presidente nicaragüense Daniel Ortega de cerrar la frontera en Peñas Blancas.
Ni uno solo era perseguido del gobierno o disidente político. Pero de manera franca te cuentan que ya están cansados. De todo. Del añejo e ineficiente gobierno de los hermanos Castro, y a pesar de tener garantizada salud universal y educación pública altamente ideologizada, no soportan sus vidas grises, el control social, la libreta de racionamiento, un futuro entre signos de interrogación y que no se cuente con ellos para administrar el país.
La mayoría de los más de cuatro mil migrantes atascados en Costa Rica quieren ser hombres y mujeres libres. Ser ellos. No un instrumento de nadie.
Es un grupo heterogéneo y variopinto. La mayoría son profesionales o técnicos medios que en Cuba guardaban en una gaveta su título universitario y se dedicaban a quemar discos piratas, manejar un taxi o vender pacotillas industriales.
Desde luego, también hay su morralla. Jineteras, vendedores de drogas o vagos, como en cualquier grupo humano. Pero son los menos. Su criterio político no es comparable con aquella hornada de compatriotas que fueron desclasados por decreto e incautadas sus propiedades.
Pero no por ser disidentes o aprobar en silencio los ucases castristas se les debe menospreciar. El cubano no tiene madera de mártir. Las autocracias engendran sistemas de control social muy eficientes. Eso se sabe.
En ningún país con régimen comunista las masas cambiaron el estado de cosas. El Muro de Berlín se vino abajo porque los alemanes del este deseaban huir. La única protesta multitudinaria en La Habana, en el verano de 1994, fue provocada por el deseo de emigrar.
En sociedades como Cuba o Corea del Norte, China y Vietnam con una política despótica hacia los opositores y que como válvula de escape utilizan una economía de mercado que permite prosperar, es improbable que acontezcan cambios de régimen mediante revueltas populares.
El recurso de los cubanos que desayunan café sin leche es marcharse de su patria. A cualquier lado y a cualquier precio. Preferentemente Miami. Pero en Ecuador o España, donde no existe una Ley de Ajuste, viven ya decenas de miles de compatriotas.
La emigración en Cuba tiene un barniz político. Antes de que estuviera en vigor la Ley de Ajuste, Fidel Castro tildó de ‘gusanos’ a los cubanos que querían irse del país. Eran demonizados por el sistema. Sigue.....

Brotes:

Se les separaba de sus puestos de trabajo y mientras esperaban el permiso de salida, debían laborar en faenas agrícolas. Cuando se marchaban perdían sus propiedades.

La salida en una balsa desde las costas de la Isla era un delito sancionado hasta con ocho años de cárcel. Luego en una tribuna, iracundo, Castro los insultaba y les llamaba ‘escoria’.
En 1980, el régimen aplicó los reprochables actos de repudio, linchamientos verbales y físicos de corte fascista, a las personas que emigraban, quienes debían viajar al extranjero sin joyas ni otros patrimonios personales.
Como hizo Hitler con los judíos por Hitler, eran marcados con una letra color escarlata. Después eliminaron esos métodos, pero el cambio de política no fue precedido por una disculpa pública del gobierno que los humilló.
La nueva estrategia es un reacomodo al nuevo panorama político y la urgente necesidad de una improductiva economía estatal de recaudar dólares para su sostén.
Es la economía que generan los ‘gusanos’ de antaño, con sus remesas, recargas telefónicas, viajes a Cuba y envío de paquetes, la segunda industria detrás de la exportación de servicios médicos.
La Ley de Ajuste es un comodín, no la causa real del manicomio cubano. En todo caso, es un problema para Estados Unidos. Debieran revisarla o aplicar estrictamente su contenido.
La actual desbandada migratoria es responsabilidad de la autocracia verde olivo. Antes de 1959, Cuba fue un país de inmigrantes. Entre 1910 y 1925 la Isla absorbió la tercera parte de los emigrantes de España hacia América y en 1902 ingresaron 11,986 inmigrantes, mientras que en 1920 la cifra ascendió a 174,221.
Entre 1931 y 1940, emigraron a Estados Unidos 9,571 cubanos; entre 1941 y 1950, 26,313 y entre 1961 y 1970, 208,536. Según el censo estadounidense de población, en 2010 había 1.213,418 cubanos residiendo en la Florida, lo que representa un incremento del 45,6% respecto a los datos del censo del año 2000.
En el presente año fiscal, de acuerdo a estadísticas de los servicios aduanales de Estados Unidos, más de cuarenta y cinco mil cubanos han entrado por la frontera con México, Canadá y hasta Alaska, fronteriza con Rusia.
A pesar de las reformas migratorias de 2013, los cubanos que se marchan deben pagar altísimos gravámenes por renovar sus pasaportes y pierden sus propiedades si residen más de 24 meses fuera de su país.
Además, no se les reconoce la doble ciudadanía, deben pedir un permiso para visitar su patria y no tienen derechos políticos o sociales cuando viven fuera de Cuba.
Esa ‘ley de ajuste’ del gobierno de la Isla hacia los cubanos que residen en el exterior aún se mantiene. Porque así lo quiso Fidel Castro.
Iván García

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