NOTICIAS > Noticias Internacionales

MEXICO

<< < (5/5)

Brotes:
Hay que detener el ‘río de hierro’ de armas hacia México23.02.20212.-

El gobierno de Joe Biden tiene la oportunidad de frenar el tráfico ilegal de armas hacia México y otros países.

 En 2008, el fabricante estadounidense de armas Colt, con sede en Hartford, Connecticut, elaboró una pistola calibre .38 Super de edición especial en la que una empresa asociada grabó una imagen del revolucionario mexicano Emiliano Zapata. En 2017, un asesino usó esa arma para matar a tiros a una prolífica periodista de investigación mexicana, Miroslava Breach, mientras llevaba a su hijo a la escuela en coche en la ciudad de Chihuahua. Fue una ironía cruel: un arma estadounidense decorada con la imagen de un mexicano que luchó por la libertad fue utilizada para silenciar la libertad de expresión en México.

En agosto del año pasado, Juan Carlos Moreno, sicario de un cártel, fue sentenciado a 50 años de cárcel por su participación en el asesinato de Breach, y Hugo Amed Schultz, exalcalde del municipio Chínipas en Chihuahua, fue detenido después por su presunta implicación en el homicidio. Las leyes mexicanas de control de armas son tan estrictas que en todo el país solo hay una tienda, controlada por el ejército, en la que los ciudadanos pueden comprar un arma de manera legal. Sin embargo, un flujo constante de armas de contrabando enviadas desde el norte por el río Bravo llega a manos de los asesinos. Entre 2007 y 2019, se confiscaron más de 164.000 armas de fuego a delincuentes en México y su origen se encontró en armerías y fábricas estadounidenses.

Esto es solo la punta del iceberg. La Secretaría de Relaciones Exteriores de México estima que más de 2,5 millones de armas han cruzado la frontera sur de Estados Unidos en la última década. En ese periodo, México ha sido asolado por la violencia que aterra a las comunidades y sofoca el crecimiento de la nación. Ni siquiera la pandemia pudo contener la tasa de homicidios del país: el año pasado se registraron más de 34.000 asesinatos.

El gobierno de Joe Biden tiene una oportunidad para reducir el tráfico de armas hacia México y otros países. Las armas de fuego que se envían de contrabando desde Estados Unidos cruzan todo el continente, pues no solo llegan a México, sino también a los países centroamericanos, donde la violencia ha provocado que olas de migrantes y refugiados huyan hacia la frontera sur de Estados Unidos.

He dedicado los últimos cuatro años a seguir el rastro de este llamado “río de hierro de armas”, en un esfuerzo por comprender por qué Estados Unidos y México han fracasado de manera tan rotunda en detenerlo. La travesía me llevó desde la feria comercial de armas de fuego más grande del mundo, en Las Vegas, hasta una fábrica de Kalashnikov en Rumania y los mercados de drogas al aire libre de Baltimore. El río de hierro con destino a México se entrecruza con el canal que transporta armas desde estados estadounidenses con leyes de control de armas más laxas hasta ciudades con leyes más estrictas, como Chicago, Washington y Nueva York, que ahora están registrando un alza en los homicidios.

El mercado negro de las armas está entrelazado con el narcotráfico, como dos plantas venenosas que se enredan una con la otra. En el juicio llevado a cabo en Nueva York contra Joaquín Guzmán Loera, conocido como “el Chapo”, en 2019, la fiscal Andrea Goldberg describió cómo el capo de la droga traficaba toneladas de cocaína, metanfetaminas y heroína hacia el norte para luego trasladar camiones llenos de rifles hacia el sur. “El acusado hacía algo parecido a adquirir las armas o distribuirlas, no solo para su uso personal, sino para que sicarios y pistoleros las usaran también”, afirmó. “No era una situación en la que cada quien traía su propia arma de fuego”.

El mercado negro de las armas es el motor detrás del aumento de los asesinatos en ambos lados de la frontera, y los traficantes se aprovechan del confuso entramado de regulaciones que rige a la industria legal de armas de fuego en Estados Unidos. Por increíble que parezca, no hay una ley federal que prohíba específicamente el tráfico de armas de fuego en Estados Unidos.

Los traficantes adquieren las armas mediante el vacío legal en la venta privada, gracias al cual la gente que dice ser coleccionista puede vender armas a terceros sin realizar una revisión de antecedentes a los compradores ni pedirles una identificación. De 2009 a 2010, un estadounidense, Hugh Crumpler III, compró 529 armas en tiendas y las revendió en ferias de armas en Florida sin exigir documentación para obtener ganancias. Las fuerzas de seguridad de Estados Unidos posteriormente rastrearon las armas y hallaron que habían llegado a manos de un grupo de traficantes latinoamericanos y se habían usado en cinco tiroteos, desde Colombia hasta Puerto Rico. Crumpler se declaró culpable de distribuir armas sin licencia y fue condenado a 30 meses en prisión.

El presidente Biden debería apoyar la verificación universal de antecedes a fin de eliminar este vacío legal, una iniciativa respaldada por la gran mayoría de los estadounidenses. Un sondeo de 2019 de NPR/PBS NewsHour/Marist reveló que el 89 por ciento de los encuestados, entre los que había un 81 por ciento de conservadores, dijeron que apoyaban las verificaciones de antecedentes para todas las compras de armas en ferias comerciales o en cualquier otro tipo de ventas privadas. Ese mismo año, la Cámara de Representantes aprobó una amplia legislación bipartidista para el control de armas, pero el Senado aún no la ha sometido a votación.

Otro método que usan los mafiosos para conseguir armas es pagarle a un “comprador fantasma” o alguien sin antecedentes penales para que adquiera un arma de fuego. Si los atrapan, estos compradores son acusados de mentir en el formulario y su pena suele ser solamente quedar en libertad condicional. Por su lado, los traficantes pagan una suma ridícula de entre 50 y 100 dólares por arma.
“Saben que no van a ir a la cárcel. ¿Dónde está el elemento disuasorio?”, pregunta Steve Barborini, exagente de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos. Si las pautas de imposición de condenas se incrementaran y los compradores fantasma enfrentaran penas de cárcel, quizá lo pensarían dos veces.

Los últimos dos métodos a los que recurren los traficantes son comprar armas de fuego robadas, que suelen hurtarse de armerías, y adquirir armas fantasma en internet. Ya se han presentado propuestas de ley ante la Cámara de Representantes que acabarían con ambas estrategias.

Ninguna de las reformas violaría la Segunda Enmienda de Estados Unidos y serían aceptables para muchos propietarios de armas. Sin embargo, desde hace mucho se han enfrentado a la oposición de un poderoso grupo de cabildeo que combate casi cualquier regulación a las armas y de los republicanos en el Congreso, quienes bloquean cualquier cambio.
El gobierno de Biden tendrá la oportunidad de implementar estas cuatro medidas mientras su partido tenga el control de las Cámaras Baja y Alta. Acabar con el mercado negro de las armas podría salvar miles de vidas, y hay un camino claro para avanzar en este tema.

Los narcotraficantes suelen adornar sus armas con oro y piedras preciosas a manera de celebración de las herramientas que usan para ganar dinero y sembrar muerte. He visto un arma incautada por el ejército mexicano con el nombre del revolucionario Pancho Villa al lado de otra con el del ícono de la moda Versace. Otra arma confiscada tenía grabada la frase: “Solo los muertos han visto el final de la guerra”. Espero que algún día cercano los vivos en México también puedan ver lo que es la paz en realidad.
Ioan Grillo @ioangrillo

Brotes:
La guardia pretoriana de AMLO10.04.2021.-

¿Por qué AMLO mima a los militares? El presidente de México encontró en las fuerzas armadas un aliado. Las considera parte de su proyecto político personal. Y las premia y protege. ¿Protege su futuro con ellas?

Mientras lees estas líneas, en México un soldado habrá distribuido vacunas, un marino habrá terminado de quitar sargazo del mar Caribe y un oficial vigilará a un grupo de migrantes que avanza para cruzar sin documentos la frontera sur del país. En ocasiones, quizás mate a alguno.

Los militares también aparecen a menudo en las conferencias mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador. Y por una razón: con AMLO, las fuerzas armadas se han vuelto omnipresentes en la vida diaria de México. La militarización es mayor, incluso, que cuando el derechista Felipe Calderón declaró su guerra al crimen organizado en 2006 o después de que Enrique Peña Nieto mantuviera ese despliegue durante su mandato.
AMLO comprende que la presencia militar hace fuerte a su gobierno, al menos metiendo el susto en el cuerpo de la oposición y la sociedad civil sobre sus intenciones. No es solo que encontrase en ella un aliado para atacar problemas de policías corruptas o burocracias lentas: el presidente está decidido a cobijar a las fuerzas armadas en su proyecto político. AMLO, un nacionalista autoritario que dice ser de izquierda, habla de los soldados como el pueblo uniformado al igual que Hugo Chávez. Su discurso cala profundo en las familias más pobres, donde suele nutrirse la infantería militar.

En la construcción del poder, no siempre se necesita ocupar un cargo para cogobernar y, sin suficiente transparencia o vigilancia legislativa, las fuerzas armadas de México tienen demasiado campo de operación. Lo que el ejército decida hacer depende más de la mayor o menor fe democrática que digan profesar sus generales que de candados y controles institucionales.
No es una imagen tranquilizadora. AMLO ha encontrado en los militares un respaldo inesperado para realizar acciones de seguridad, resolver logística de oficinas civiles del Estado o apuntalar negocios públicos. Y no es una buena idea tener a una organización vertical y opaca con demasiado poder cerca de un presidente con vocación hegemónica, escaso respeto por el disenso, desprecio por los mecanismos de control y empeñado en un ataque sistemático a la prensa independiente. ¿Acaso unos se están convirtiendo en la guardia pretoriana del otro por ambiciones y necesidades mutuas?

Golpes y revoluciones mediante, la presencia militar en la vida cotidiana de América Latina no ha sido, por decir lo menos, saludable. Las dictaduras, el sandinismo devenido en autocracia familiar, el chavismo en Venezuela o los cientos de oficiales investidos como funcionarios por Jair Bolsonaro en Brasil simbolizan —no agotan— el riesgo de tener un cuerpo armado protagonizando la vida política de las naciones.
México no ha tenido golpes militares pero sus ejércitos tienen un lugar privilegiado en el ajedrez institucional. En general, actúan en una suerte de limbo. Ejecutan su presupuesto con muchísima autarquía y mínima supervisión legislativa. La justicia rara vez condena a los soldados y altos oficiales que violan la ley, creando un fuero especial cuasi de facto.

AMLO ha virado en su visión de las fuerzas armadas. Después de prometer que las sacaría de las calles, les otorgó mayor peso político, funcional y económico. Primero creó una Guardia Nacional, civil en el papel pero repleta de soldados; luego les concedió el control de las fronteras y puso un número elevado de exoficiales al frente de las oficinas migratorias de la mitad del país.
También decidió que los militares realicen tareas administrativas como repartir vacunas o alistar hospitales contra la covid. Finalmente, les abrió una ventanilla impensada de negocios. Su gobierno otorgó millones de dólares a la Secretaría de Defensa para que construya y administre un aeropuerto en una instalación militar dirigida por militares. Incluso los protegió de sí mismo: los militares no entraron en el recorte draconiano que la Cuarta Transformación del presidente impuso a casi todas las oficinas federales. Los fondos para las fuerzas armadas no han dejado de crecer. La última decisión de AMLO —conceder al ejército las ganancias del Tren Maya, como sucedió en Chile con el cobre— premia a su aliado armado.
Ciertamente, la relación de AMLO con las fuerzas armadas ha tenido tensiones. Los militares se inquietaron cuando ordenó que liberaran a un hijo de Joaquín Guzmán en Culiacán. Pero el gobierno se ha ocupado por llevarles tranquilidad. Como en pocos asuntos, su gobierno presionó a Estados Unidos por el retorno y liberación del ex secretario de Defensa Salvador Cienfuegos, detenido en Estados Unidos por presuntos vínculos directos con el narco. Comprensible para quien ve a los militares como parte de su proyecto político.
Uniformes caminando una casa de gobierno hieren el sentido común: no es guerra o dictadura. El escenario parece invitar a un llamado recurrente: con oposiciones desprestigiadas, la sociedad civil debe levantar su voz. Discutir la inconveniencia de una organización inútil —los militares no están entrenados para hacer de policías, manejar trenes, aeropuertos, distribuir vacunas, detener migrantes o limpiar las playas— de una omnipresencia incontrolable. Y discutirla políticamente: en América Latina la figura del hombre fuerte es históricamente tentadora y, combinada con una presencia militar politizada, trágica.

Es imprescindible corregir a un presidente que solo parece cómodo si le obedecen sin cuestionarlo. En unos meses serán las elecciones intermedias de México y es probable que el partido de AMLO gane una mayoría legislativa absoluta. Si el presidente lo logra, será difícil que retroceda y saque a los militares de su círculo áulico: se sentirá reivindicado. ¿Reformará luego la Constitución, posará con sus generales detrás? México haría bien en cuestionarse si no está ante el riesgo de un nuevo caudillo que, enamorado de un incomprobable pueblo bueno, decida gobernar abrazando a pretorianos armados.
Diego Fonseca.

Navegación

[0] Índice de Mensajes

[*] Página Anterior

Ir a la versión completa